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Pliegos de Rebotica
´2016
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LOS CAMINOS COLATERALES DEL CORAZÓN
de ácaros!, se aprecia algo brillante y
llamativo con una línea abierta en el
centro. ¡La sortija!
Era el mejor regalo de Navidad, que
podían hacerle, que la dejó perpleja y
casi en estado de shock emocional.
Las
cosas no suceden porque sí, suce-
den cuando llega su momento, y
acabas comprendiendo los men-
sajes.
Y creo que el mejor mensaje era
saber que no estaba sola, tal vez física-
mente no podía abrazar a la persona,
pero estaba a su lado, y ese “alguien”
tenía preparado un regalo que no po-
dría olvidar. No hacía falta nada ni na-
die más en este suceso.
Volvió sobre sus pasos de niña y
fue dejando pequeños detalles encima de las sillas, so-
bre todo versos sueltos, envueltos con la nieve del in-
vierno y el calor de los besos. Un saquito color tierra,
una petición y un verso dentro.
“papá deja un poco
del fruto de la tierra que tanto trabajaste; “ma-
dre, deja en el saquito lo que creas que he po-
dido olvidar de tus enseñanzas, y gracias por la
sortija; hermano, hare caso a mi corazón, no ha-
brá otro agosto en soledad” Deja en el saquito
nuevos mensajes de voz que me hagan revivir
nuestro cariño y nuestra infancia.
Rebusqué de nuevo en los papeles arrugados de mi
amiga, y permitirme que os transcriba algunas de sus
emociones:
…Y será mi menú para primero,
amor de madre
calentando la noche del invierno
Precedido de un rezo dando gracias,
a un Dios que nos permite estar de nuevo
Y seguiré degustando
los afectos,
de todos los que forman
mi familia.
Y en mi mente haré siempre
ese hueco,
a los que nos dejaron
en su día,
Ellos disfrutarán de una mesa
de flores y guirnaldas allá arriba,
y acercarán sus copas a las nuestras
brindando por la vida.
Y dejaran caer una sortija
Que hace años la he dado por perdida,
Y que ha caído dentro de mi copa
Como lluvia bendita.
Quieren que brinde con ellos por la vida,
Por la misericordia, el perdón y la sonrisa.
Para que aprenda siempre ese mensaje,
de los que no me olvidan.
Y así voy a vivir la Navidad
profundamente,
disfrutando de todas
las cosas
más pequeñas.
Sin dejar que la tristeza
se aproxime
tan siquiera al quicio
de mi puerta.
Y este sigue siendo el secreto
en cada Nochebuena.
Compartir,
no importa lo que sea.
Poner algo de dentro del espíritu,
no sólo de una cena.
He comprendido
el mensaje del anillo,
para vosotros mi beso
y mis caricias.
He comprendido
Que no habrá más Reyes
como entonces,
tendré que disfrutar
si soy capaz de ofrecer
esa pequeña ilusión,
por un niño soñada,
un beso en la frente
y un abrazo, luego nada…
Y así pasó, Noche Buena, Navidad y Reyes. Todo
llegó silencioso, pero la alegría de la sortija, sonaba a
sinfonía y a una coral de ángeles. La persona que
vivía actualmente con ella, no se acordó de
sorprenderla con un cuadernito de afectos, para
inspirar su creatividad y fantasía. Solo a eso de la
media noche, una amiga subió a casa para regalarle
un bolsito, que le hizo emocionarse porque
descubrió que estaba lleno de cariño. Pensó en la
sortija, la metió en su dedo y los sueños fueron
felices al ver a los suyos –una ensoñación irrepetible-
leyendo y abriendo los saquitos que les dejó sobre
las sillas la noche anterior.
Ese día comprendí muchas cosas, quizá la mejor
–como autora de este artículo– agradecer el regalo de
la compañía, de la comunicación,
compartir ideas con gentes que
ni conozco, pero a todos, y
en especial a los que
tenéis interés en seguir
lo que escribo, deseo
que celebréis el resto
de lo que os quede de
vida con muchos
afectos, porque el
destino siempre tiene
para todos una
maravillosa sortija vestida
de verso, de amor, esperanza
y a veces de un beso.
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