Revista Farmacéuticos - Nº 127 - Octubre/Diciembre 2016 - page 13

con ojos desorbitados. De repente le gritó algo
que no entendió. Se echó mano al pecho
sacando un cordón con una figurilla colgando, a
lo que dio un beso, le tiró el bastón contra la
puerta, y salió gritando por mitad del campo,
como alma que persigue el diablo.
Se bajó del coche. Miro la abolladura que le
había echo en la puerta. Recogió el bastón. Un
buen tronco de roble, que llevaba colgando en el
extremo superior varios amuletos sujetos con
correítas de cuero: dos figuras femeninas con
grandes pechos, y un enorme falo doble, todo de
bronce reluciente. “Loco. Está para que lo
encierren”. Antes de subir a la furgoneta se dio
cuenta del algo que no había visto: el camino ya
no era de tierra. Estaba formado por cantos
rodados, bien agrupados y con argamasa entre
medias. “Debe ser la vía romana que pasaba por
aquí. Bueno, creo que voy por buen camino”.
Siguió adelante, y a poco más de medio
kilómetro sus sospechas se confirmaron. Llegó a
una intersección en la que el camino de cantos
se unía a una vía más ancha, con grandes losas
de pavimento, y cada cierto espacio, un pequeño
mojón con unos números romanos que
recordaba haber estudiado en la escuela. Pero lo
que le dejó asombrado, fue lo que apareció un
par de kilómetros más allá: un arco romano
encima de la vía, de mármol blanco, totalmente
intacto, incluso con placas doradas cubriendo
parte del frontal y del grupo escultórico de una
de las caras. Bajó sorprendido a contemplarlo.
Echando mano de su teléfono móvil, hizo varias
fotos, y las envió por correo a su mujer
precedido de un mensaje: “Tenemos que venir a
merendar a este sitio. Es fantástico”. Subió
satisfecho, pero con la duda de si sabría localizar
de nuevo el emplazamiento del arco. “Bueno, en
internet seguro que cuando vuelva a casa
localizo como se llama y la situación exacta.”
Tobi había bajado con él, y empezó
a gruñir. A lo lejos se veía a un
grupo de personas
avanzando en dirección
al arco. “Vamos Tobi,
sube a la furgo a ver si
éstos nos cuentan algo
más que el loco de
antes”. Iniciaron la
marcha, Tobi con las
dos patas asomadas
a la ventanilla, y a poco
menos de cien metros
del grupo de caminantes,
se volvió a repetir la escena
del “loco” anterior, solamente
que lo que tenía delante de él no
era un pobre agricultor que iba a cultivar sus
campos, si no un par de decurias de legionarios
romanos, en formación, asombrados, asustados,
pero quietos a la espera de las órdenes que el
centurión a caballo que les acompañaba les
diese, una vez que saliese de su aturdimiento
inicial.
Tobi sabía que algo iba mal. Salto de la
furgoneta ladrando al caballo, el cual
asustándose, tiró por tierra al jefe de la
fuerza de choque. El centurión se
levantó y empezó a gritar.
Rápidamente los legionarios
unieron sus escudos formando
una estructura que ya había
visto en las películas de
romanos.Volaron a su
mente fotogramas de
Gladiator. Tobi seguía
ladrando a aquella
tortuga formada por
hombres que no sabían qué
pasaba ni contra quien o contra
qué estaban luchando.
Más gritos en latín incomprensibles. Uno
de los soldados rompió la formación, y
arrojó contra el cristal parabrisas su lanza con
punta de hierro, su pilum. Ésta atravesó
limpiamente el cristal y el pecho del conductor.
Mientras agonizaba ensartado en su asiento
pudo ver como su fiel Tobi cargaba contra la
pequeña tortuga que los legionarios romanos
habían formado con sus escudos, y como uno de
ellos con una pequeña espada de doble filo le
degollaba de un solo tajo. Sintió más impactos
de pilum en la carrocería de la furgoneta, sin que
ninguno le llegara a rozar. Pero pudo ver como
el centurión se abalanzaba hacia él, con la espada
desenvainada, una espada idéntica a la que
había degollado al su fiel Tobi.
Mientras abrían una tienda en
Valladolid una de las dependientas
recibió en su móvil varias fotos
de las ruinas destrozadas de
un arco romano, y un
mensaje de su marido
diciéndole que le iba a
llevar a merendar allí.
“¿Qué, mensajitos de
amor de tu marido?” le
preguntó una
compañera. “No, ha
encontrado unas piedras,
y dice que quiere
llevarme a merendar allí.
Cada día está más
tonto.”
13
Pliegos de Rebotica
2016
1...,3,4,5,6,7,8,9,10,11,12 14,15,16,17,18,19,20,21,22,23,...52
Powered by FlippingBook