Revista Farmacéuticos - Nº 121 - Abril-Junio 2015 - page 31

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l alma es una de las ideas más
influyentes de la historia, por encima de
la de Dios y más allá de la religión,
incluso entre algunos de los que no
tienen fe pero experimentan alguna
inquietud espiritual. Pretender responder a la
pregunta de qué está constituida el alma tiene
tan poco fundamento como hacerlo sobre la
naturaleza física de la libertad o de qué materia
está hecha la música; son realidades sutiles, pero
no por ello menos evidentes. Para entendernos,
el alma es el nombre que damos a lo inmaterial
de la condición humana, sin lo cual el ser vivo
que llamamos hombre solo sería un animal más
o menos habilidoso. Dicho así, podríamos
traducirlo también como la mente, si bien
solemos referirnos al alma como el conjunto de
facetas intelectuales y emocionales
expresamente ligadas al comportamiento ético-
religioso o, si usted quiere, al ámbito del espíritu.
Decía Carl Jung (
Psicología y religión
) que el
individuo se figura haber captado su alma, e
incluso hace de ello una ciencia, sobre la
base de la absurda suposición de que el
intelecto –una parte y simple función
de la psique– basta para comprender el
todo anímico, muchísimo más grande;
un todo que trasciende a la persona,
aunque en vez de hablar de alma
hablemos de
humanidad
. Al fin y al
cabo, tener conciencia de mi
humanidad consiste en darme
cuenta de que, pese a todas
las muy reales diferencias
entre los individuos,
estoy también en
cierto modo
dentro de
cada uno
de mis
semejantes (Fernando Savater; Ética para
Amador).
La formalización del concepto de alma inmortal
vino, naturalmente, de la mano de los filósofos
griegos –aunque no debe descartarse la
posibilidad de que
importaran
algunas ideas al
respecto procedentes de la India y de
Mesopotamia– y, en particular, parece deber
bastante a Pitágoras, Parménides y Empédocles,
firmes creyentes en la reencarnación y en la
metempsicosis
(transmigración de las almas). Por
su parte, Sócrates y Platón defendieron la idea
–proveniente de Píndaro– de que el alma tiene
un origen divino; una opinión que, sin embargo,
no era compartida por la mayoría de sus
coetáneos, que no pensaban que hubiese una
vida después de la muerte. Incluso entre los
israelitas, la idea del alma nunca llegó a
desarrollarse plenamente, en el sentido de
sobrevivir a la muerte; de hecho, en el Antiguo
Testamento y en la Biblia Judía, todas las
recompensas que Dios promete al
pueblo judío son terrenales.
Con la incorporación de la
filosofía griega al cristianismo,
inicialmente a través de Pablo
de Tarso, el concepto de alma
como elemento separable del
cuerpo –visión dualista,
típicamente gnóstica y
luego también
maniquea– se adueñó
de la teología
cristiana durante
muchos siglos y, aun
hoy día, sigue
palpitando en los
oscuros callejones de
ciertos sectores eclesiales
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SANTIAGO CUÉLLAR
Pliegos de Rebotica
´2015
LA REALIDAD BAJO LA ALFOMBRA
El alma
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