Revista Farmacéuticos - Nº 121 - Abril-Junio 2015 - page 32

católicos y luteranos. Sin embargo, Tomás de
Aquino, que adoptó el aristotelismo, consideraba
al ser humano como una unidad, material por
una parte –su cuerpo– y no material por otra
–su alma espiritual–, sin olvidar que el hombre
está inmerso en una realidad material y obedece,
por tanto, a sus leyes naturales espacio-
temporales. En otras palabras, alma y cuerpo son
una única realidad, un conjunto irrepetible; por
ello, cuando un ser humano muere, deja de ser
persona.
En esa misma línea hablaba Joseph Ratzinger
(Introducción al Cristianismo
), al menos antes de
ser nombrado papa Benedicto XVI: el mensaje
bíblico no promete la inmortalidad al alma
separada del cuerpo, sino a todo el hombre. El
mensaje bíblico presupone la unidad indivisible
del hombre, a diferencia del dualismo filosófico
griego. La persona, lo esencial del hombre,
permanece, lo que ha madurado en la existencia
terrena de la espiritualidad corporal y de la
corporeidad espiritual, permanece de modo
distinto porque vive en el recuerdo de Dios.
El descubrimiento de la incapacidad de la mente
humana para comprender completamente las
cuestiones más cruciales de la realidad nos
debería poner en guardia frente a cualquier
intento de explicar las grandes cuestiones vitales
de nuestra existencia a partir de ideas demasiado
simples y fraccionadas, obtenidas a partir de una
experiencia siempre condicionada por nuestras
limitaciones y prejuicios. Frente a esto,
deberíamos sentirnos felices por disponer de una
inteligencia sentiente, capaz de hacer cosas mucho
más globales y profundas que la simple
descomposición analítica de la realidad;
deberíamos ser capaces de enfrentarnos a todas
las cosas e incluso a nuestra incertidumbre
interior. Solo nuestra inteligencia sentiente es
capaz de abordar la realidad; de hecho, no
podemos
abstraernos
de la realidad
aunque
queramos
hacerlo y, pese a
que no podamos
abarcarla, siempre
nos permitirá
acceder a ella y no a
una realidad ficticia
raquíticamente
reconstruida a partir
de nuestro
sesgado y
limitado
análisis.
A Xavier Zubiri
(
Inteligencia
sentiente: inteligencia y
realidad
) se le metió en la cabeza que al hombre
no le queda más remedio que ser inteligente.
Zubiri consideraba que los seres humanos no
percibimos simples estímulos sino que
aprehendemos realidades
, integrando para ello
observación, sentimientos e inteligencia en un
único proceso; mientras que el animal
simplemente subsiste, al hombre no queda otro
remedio que hacerse cargo de la realidad,
superando el simple sentir animal. Sentir e
inteligir
son en el hombre dos momentos de un
mismo proceso, eso que Zubiri denomina
impresión de realidad
.
Así pues, la inteligencia sentiente nos aportó la
capacitación que suplía la fuerza física y la
elasticidad que nos negaba un cuerpo que,
además no está especializado para nada en
particular. La inteligencia sentiente nos hizo
fuertes como especie, pero lo hizo a cambio de
condenarnos a ser conscientes de esa capacidad,
de hacernos responsables de nuestro
comportamiento, de nuestro conocimiento y, por
tanto, de nuestra ignorancia; por consiguiente,
la
vida humana es intrínsecamente ética
. No caben
excusas: dimitir de nuestra inteligencia sentiente
es una inmoralidad. Eso es, para mí, el núcleo
central de la antropología y el motivo por el que
el estudio del hombre necesariamente debe
contemplar el comportamiento ético y la
evolución de éste. Sin él, el hombre solo sería un
animal torpe y físicamente infradotado, en
comparación con otros mamíferos.
Precisamente desde la dimensión ética, los seres
humanos nos hemos descubiertos como
individuos incompletos, con una esencia –una
humanidad– que desborda ampliamente la
individualidad de nuestro propio cuerpo. Por eso,
nuestros antepasadas aprendieron a mirarse a sí
mismos a través de los demás, buscando en ellos
su
alter ego
, aprendiendo de sus gestos, de sus
expresiones faciales y, cuando la evolución
anatómica lo fue permitiendo, de también de sus
sonidos, que se hicieron desde entonces
inteligentes.
Desde el momento en que nuestros antepasados
fueron capaces de desarrollar una
teoría de la
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Pliegos de Rebotica
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LA REALIDAD BAJO LA ALFOMBRA
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