habitantes era de 52.521; es decir,
unas 1.200 personas por casa. Casas
con unos pocos metros cuadrados.
Además, en los distritos de Latina e
Inclusa existían numerosas casas de
huéspedes destinadas a las clases
más indigentes que, en cada
habitación, tenían hasta diez camas,
no reuniendo las condiciones
higiénicas necesarias para tanta
aglomeración.
Chicote nos presenta entre cifra y
cifra, un espectáculo de miseria y
sordidez. Calles llenas de polvo en
verano y lodo en invierno. Frente al
Madrid de los cafés, de los
espectáculos, en los que triunfaban
Enrique Chicote y Loreto Prado,
estaba el Madrid del hambre, la
miseria, la dureza de vida.
A primeras horas de la mañana se cruzaban en las
calles los trasnochadores que arrastraban la juerga
hasta las primeras luces del día, con los empleados
del Laboratorio Municipal, colaboradores del doctor
Chicote, que iban a realizar su labor en los arrabales
de Madrid. La gente obrera comenzaba a esa hora a
poblar las calles camino del trabajo. En la lejanía se
alza el Palacio de Oriente, como un muro de
separación entre la ciudad y los barrios bajos.
1905 es el año de la clausura del Hospital de
Epidemias, junto al cerro del Pimiento, en las
inmediaciones de la Cárcel Modelo. Ubicado entre
una serie de cerros y tapias de cementerio que
impedían su ventilación, e incomunicado accediendo
hasta él a pié atravesando grandes desmontes, no
podían llegar ni los carruajes de los médicos, ni los
funerarios. Cualquier persona enferma que intentara
llegar hasta allí, podía morir en el camino. No es
extraño que al cabo de cinco años de mal
funcionamiento se clausurara.
La prensa publica reportajes sobre lo que comen los
madrileños.Al parecer, lo hacen opíparamente, nada
menos que cocido, callos, requesón de Miraflores,
bartolillos de crema, melón de Villaconejos, fresas de
Aranjuez con azúcar y vino blanco. Pero claro,
eso...el que comía.
En el año 1907, Enrique Chicote, primer actor y
director del teatro Cómico, estrena una obra de
Arniches que triunfa clamorosamente. Se trata de
“Alma de Dios” y en todo Madrid se canta el
número principal de la obra: “Canta, vagabundo, /tus
miserias por el mundo...”. Esas miserias las constata
el otro Chicote, don Cesar.
En 1909 se declaró una epidemia de tifus
exantemático y el doctor Chicote manifiesta luchar
contra corriente mientras no se mejoren las
condiciones de las viviendas. Las peores, en la plaza
Peñuelas, calles Labrador, Ercilla, Mira el Río Alta,
Salitre, Provisiones, Tribulete, plaza de Lavapiés.
Abundan los vertederos de basura, los muladares y,
alrededor de ellos, chozas construidas con barro y
con latas para formar el tejado, habitadas por familias
numerosas viviendo en un caldo de cultivo donde
crecen los gérmenes de las más temidas
enfermedades.Al extenderse las epidemias se corría
la voz de que la culpa era del agua de las fuentes,
por tanto el análisis de esas aguas era misión
primordial para los colaboradores de Chicote.
Era tal la miseria, que la gente se veía obligada a vivir
en los sitios más extraños. Como por ejemplo el
llamado Hotel de la Tinaja que Chicote describe como
una edificación destinada a horno de una fábrica de
loza abandonada, con aspecto exterior de gigantesca
tinaja, que sirvió de albergue a varias familias. Estaba
situada en la falda de la montaña del Príncipe Pío.
Chicote, desde 1911, con motivo del
recrudecimiento en la endemia de fiebre tifoidea, se
ocupó de la preparación de la vacuna antitífica
experimentada en cobayas y ensayada en personal
del Laboratorio que se prestaron voluntariamente.
En palabras de su hermano Enrique, “Cesar es un
verdadero sabio que ha salvado muchas vidas por
sus iniciativas como director del Laboratorio
Municipal”.
César Chicote dirigió el Laboratorio Municipal de
Madrid de forma admirable y, sobre todo, eficaz. Pero
su influencia en la evolución favorable de la Sanidad
española, no fue suficientemente reconocida ni
premiada.
Los actores Loreto Prado y Enrique Chicote tienen
una calle en Madrid, la antigua travesía de la Ballesta.
César Chicote no tiene ninguna.
■
25
Pliegos de Rebotica
´2015
●
LOS BOTICARIOS
●
Comisión de AEFLA: de izquerda a derecha, Juan Manuel Reol Tejada, el
alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, Margarita Arroyo,
Marisol Donis y José Vélez.
fotografía Simona Vlaseva