Revista Farmacéuticos - Nº 121 - Abril-Junio 2015 - page 18

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Pliegos de Rebotica
´2015
de la Cruz, con-
tribuyó, pero só-
lo indirectamen-
te, a alentar el
cambio toledano
de el Greco. La
segunda, consti-
tuida por un otro
grupo, sin dismi-
nuir las características de este cambio,
ha terminado por admitir que en su forma-
ción participó la espiritualidad teresiana.Y una terce-
ra, formada por un grupo de estudiosos, especialmen-
te de la familia carmelita, ha sostenido abiertamente
como indiscutible la convergencia ideal entre los es-
critos de Teresa y las pinturas de el Greco.
Para explicar esta división, parece como si se par-
tiera de una confrontación, por otro lado innecesaria,
entre un buen conocimiento de la obra pictórica del
artista y, por el contrario, un conocimiento superficial
de los escritos de la Santa; o una fidelidad a las ideas
teresianas particularmente acentuada en quienes sos-
tienen solamente como indiscutible la convergencia
ideal entre uno y otra.
Si los defensores de la primera y segunda de las
posturas citadas no hubieran soslayado la necesidad
de basar la confrontación entre las obras de las dos
grandes figuras más que en la atenta consideración de
las pinturas de los cuadros de una de ellas, relegando
la atenta y detenida lectura de los escritos de la otra,
habrían terminado por concordar casi todos en la con-
clusión de que terminaron por llegar a una gran con-
vergencia espiritual, por la importancia dada en las res-
pectivas obras al objetivo evocativo que habían
escogido, así como la importancia instrumental dada a
la luz, nitidez de los colores, esencialidad de las for-
mas para alcanzar ese objetivo, Teresa en las visiones
y el Greco en las representaciones.
Ha habido, incluso, autores como MARIAS Y BUS-
TAMANTE que sostienen la postura de que el pintor
no elegía los motivos místicos, sino que estos se los
imponía una clientela religiosa, clientela que, natural-
mente, le exigía una temática acorde con las corrien-
tes piadosas del momento. Pero estos temas no eran
adecuados al sentido religioso del pintor. Les parece
que al Greco le interesaba poco el “decorado” reli-
gioso y que, por el contrario, su preocupación se cen-
traba en los problemas formales de composición de
sus cuadros.
La mayoría de los investigadores rechaza po-
siciones tan extremas como la expuesta, e inter-
pretan la obra del pintor
desde una perspecti-
va más amplia, lo
que abre un intere-
sante campo de
ob s e r v a c i ón ,
vinculándola a
los movimien-
tos espirituales
y al clima reli-
gioso de la épo-
ca de la Con-
trarreforma y,
ante todo, al
h u m a n i s m o
cristiano, atri-
bu ye ndo l a
exaltación reli-
giosa del pin-
tor a la estéti-
ca espiritual del manierismo.
RAGGIANTI, en su libro “El peri-
plo de El Greco” es, sin embargo, de la opinión que
el cambio que se produjo en la expresión artística
del cretense, se debe meramente al hecho de encon-
trarse dentro de una sociedad, que por cultura, as-
cetismo y riqueza podía ofrecerle una importante
ventaja, una posición valiosa para dar cumplida prue-
ba de su plena madurez artística.
Aún contando con las muchas exageraciones de
este punto de vista, es necesario reconocer que tan-
to los místicos españoles como el Greco eran fruto
de un clima común, que se manifiesta en la semejan-
za de las formas, las ideas y el lenguaje.
HATZFELD llega a la conclusión de que el arte
del cretense experimentó la influencia de la Gran
Santa de Ávila, aunque considera que aquél realizó
una interpretación libre de la misma. Sin duda sería
exagerado y constituiría un despropósito afirmar, con
él, que determinados textos teresianos permiten des-
cifrar algunos secretos de el Greco. Aún así, existen
puntos de analogía entre la obra del pintor y de los
místicos. La analogía en el sistema metafórico de los
cuadros de el Greco, en los que presentó fenóme-
nos religiosos de la realidad suprasensible, y los sím-
bolos de los místicos que expresaban su experiencia
sobrehumana en el conocimiento de los misterios
Divinos está fundada.
Conviene decir también que no se puede juzgar
con absoluta e incontestable certeza cuán hondo era
el conocimiento de la doctrina mística del maestro to-
ledano, pues la influencia de los místicos no era direc-
ta sino que se manifestó a través de diversas influen-
cias, bastante lejanas de la mística propiamente dicha.
Pero como Américo CASTRO ha señalado:“...ascetas,
pietistas, alumbrados, erasmistas y místicos están ba-
ñados por la misma ola, por la tendencia a afirmar su
conciencia religiosa, en forma autónoma e individual”.
Debo concluir estas líneas, y lo hago compartien-
do la opinión de que la obra de El Greco es fruto
del mismo clima de la época, de una mentalidad cer-
cana a la de los grandes místicos, en tanto que el
misticismo impregnaba el peculiar carácter es-
pañol en aquel momento,
del que no pudo ni qui-
so abstraerse, sino que
se nutrió de él pa-
ra legarnos una
obra grandiosa, cu-
ya creación fue fru-
to indudable de es-
ta relación.
Triptico de Modena
El Greco
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