E
xiste en Bolivia, principalmente en el departamento
de Cochabamba, una devoción muy arraigada al Señor
de Burgos, como lo prueban las variadas imágenes del
Cristo crucificado veneradas en distintas iglesias con
dicha advocación y los rótulos con que, en algunos de
los microbuses de la capital del departamento, le
piden su protección: “Guíame, Señor de Burgos”
Uno de los pueblos, Mizque, el pueblo de los 500
quitasoles, en alusión a las damas de la nobleza
colonial que gustaban de lucirlos en aquella época, lo
tiene por su patrón, y su fiesta, el 14 de septiembre, es
la principal de la villa. Se inicia su celebración el día 8
en honor de la Virgen de las Mercedes y el día 13 se
hacen las vísperas, se cantan canciones religiosas, hay
fuegos artificiales y música tradicional. El día 14,
misa de fiesta, procesión del Señor de Burgos,
acompañado por conjuntos musicales de la villa y
comunidades próximas. La feria de artesanías,
charangos de Aiquile, población cercana y capital de
aquellos instrumentos musicales y diversidad de otros
objetos y viandas al por mayor, ponen un colorido
original en los festejos. A ellos se agregan, el día 18,
las corridas de toros (más bien las luchas) aportadas
por las comunidades y la pelea de gallos, después de
lo cual, los bailes de los comunitarios, con banderas
blancas o
wipalas
(bandera de cuadros a colores), dan
por terminada la celebración.
El templo quedó seriamente dañado con el
terremoto del 22 de mayo de 1998, cuando los
pueblos vecinos de Aiquile y Totora sufrieron una
gran destrucción. Se comenzó, casi de inmediato, su
reconstrucción y el año 2000 volvió a abrirse, de
nuevo, al público.
Pero, ¿cómo llegó a estas tierras la devoción al
Cristo crucificado bajo la advocación de “Señor de
Burgos o Cristo de Burgos”? En la narración siguiente
se encuentra la respuesta aplicable a la mayoría, por
no decir a todos los Cristos con esta advocación, tanto
en Bolivia como en el Perú, en Chile, en Ecuador,
México. Se trata de otra imagen con idéntico nombre,
venerada en el monasterio de Santa Clara de la ciudad
de Lima, a cuyo hallazgo llegué al leer la invocación
arriba citada en un autobús de la urbe.
De elle existe una reseña histórica mezclada con
leyenda, como no podía ser menos tratándose de
santuario donde la imagen central del culto, ya sea de
Jesús, de María o de algún santo en particular, y a la
cual el pueblo la lleva muy metida en el corazón, es
venerada como milagrosa. En Lima, todo el mes de
octubre y parte de noviembre, el Señor de los
Milagros moviliza posiblemente a más del millón de
fieles para acompañarlo en las procesiones por los
distritos de la ciudad o visitarlo en su santuario.
Retornando a la veneración del Señor de Burgos
en el monasterio de las clarisas de esta ciudad,
fundado el 10 de septiembre de 1605, siendo
arzobispo de ella Santo Toribio Alonso de Mogrovejo,
donde se fueron sucediendo numerosas religiosas al
servicio de Dios, por la contemplación y la súplica,
sin interrupción hasta la fecha, se encuentra el
historial del origen de la capilla y del Cristo en ella
venerado: “Por referencia manuscrita de sor María
P
de Rebotica
LIEGOS
10
Gregorio Acero Peña
El Señor de Burgos
lejos de Burgos
La efigie del Señor de Muruhuay,
pintada sobre la pared de una roca.