to todo para celebrar el matrimonio, aunque todo queda
en suspenso pues surgen nuevos problemas por parte del
Vaticano que hacen considerar a Carolina que la volun-
tad divina se oponía a la unión. Liszt permanece en Ro-
ma en un pequeño apartamento dedicado a sus medita-
ciones y cuando después de tres años fallece Wittgenstein,
dejando via libre para el matrimonio, la pareja muy inte-
grada en sus meditaciones místicas no tiene ningún de-
seo de realizarlo. Por entonces puso punto final a
La Le-
yenda de Santa Isabel
, oratorio en seis partes, en lo que
había estado trabajando desde hacía unos años y una de
sus mejores composiciones. Deja su apartamento y se ins-
tala en el claustro de la Madonna del Rosario sobre el
monte Mario en cuya calma relativa descubre que la glo-
ria, honores y matrimonio son cosas de poco valor ante
la exaltación de la fe.
En mayo de 1865 después de un rápido noviciado le
son conferidas las Ordenes menores, recibe la tonsura y
se instala en el Vaticano.
En agosto de 1865 se estrena en Hungría
La Leyen-
da de Santa Isabel
que dirigida por Liszt vestido con so-
tana representa un hito en el mundo musical y social.
Por su parte Liszt que no gozaba de ninguna renta y
no quería vivir a cargo de una comunidad religiosa si-
gue componiendo pequeñas piezas y sobre todo inter-
pretando y componiendo sus paráfrasis sobre óperas que
siempre constituyeron un éxito tangible en la trayecto-
ria del músico. En un catálogo que comprende casi un
millar de títulos, cerca de doscientos son de este apar-
tado, óperas de Wagner, Verdi, Rossini, Donizetti, Gou-
nod, o la Sinfonía Fantástica de Berlioz, las Sinfonías
de Beethoven y ciclos enteros de melodías de Schubert
forman este conjunto que enardece a los auditorios.
En 1869 un grave disgusto va a ensombrecer su apa-
cible retiro romano. Su hija Cósima abandona a su espo-
so Hans que era el discípulo predilecto de Liszt y se une
a Richard Wagner, veinte años mayor y el mejor amigo
de su padre, que no puede soportar este golpe y rompe
con todos, quedando en la soledad más absoluta pues su
madre había fallecido hacía poco tiempo. Se enteraría al
año siguiente por la prensa que su hija y Wagner habían
contraído matrimonio.
Le reclaman en Weimar y él acepta rápido pues la
idea de volver a su teatro le fascina, quiere volver a di-
rigir, a estar en contacto con la música y organizar un
festival. Se le festeja más que antes y le aclaman en to-
dos los ámbitos. Le llaman de Viena. Budapest vuelve
a acogerle como el hijo más ilustre de Hungría. Se abre
una época de optimismo y de éxitos que le llevan a re-
conciliarse con Cósima y Richard que en plena apote-
osis wagneriana el 22 de mayo de 1872 van a colocar
la primera piedra del Festpielhaus en Bayreuth que se-
rá el teatro donde se perpetuará la música de Wagner.
Mientras, Franz impone a Wagner en el Festival de
Weimar,
Los maestros cantores
y
Tristán e Isolda
se-
rán la base de la programación de ahora en adelante, lo
que fue un gran desquite de los desagradables avatares
de hace doce años. Wagner le muestra su trabajo en su
Parsifal
, obra que está terminando y que entusiasma a
Franz y comunica su estilo a los últimos compases de
la ópera en los que Liszt presiente el supremo canto del
amor divino y su espíritu contemplativo se detendrá en
el teclado dando la pauta a Debussy y a Ravel. Viaja
alternativamente entre Weimar, Budapest y Roma aho-
ra en la villa del Este. Dedica este período a la compo-
sición de innumerables obras de carácter místico y re-
ligioso, en todas ellas desemboca en el expresionismo
y la atonalidad que influyeron en el grupo de los cinco
y desde antes en Wagner.
En 1876 se inaugura el teatro de Bayreuth que será
la apoteosis de la música wagneriana, la del porvenir
como Liszt la calificaba. YWagner no duda en brindar-
le un homenaje en un banquete que siguió a la última
representación de su
Tetralogía
en los felices días de la
inauguración.
Vuelve a Roma y todavía muestra una gran activi-
dad en sus últimas composiciones de carácter sacro. Un
viaje casual a Venecia en enero de 1883 serviría para
visitar a Wagner que allí residía, y fundirse en un abra-
zo que sería su despedida, pues el músico alemán fa-
lleció pocos días después.
Todavía organizaría una gran tourneé, Budapest, Lon-
dres y Weimar y tendría siempre presente el Festival de
Bayreuth que regentado ahora por su hija Cósima en una
magnífica gestión se iba a perpetuar para siempre y el se-
rá pieza insustituible allí. El 31 de julio de 1886 se apa-
garía plácidamente, víctima de un resfriado, tres días des-
pués de haber asistido a una representación del
Tristán
al
que dedicó sus últimas palabras.
■
P
de Rebotica
LIEGOS
31
MÚSICA
De izquierda a derecha, Richard Wagner (Trevor
Howard), Cósima Von Bülow (Silvana Mangano) y Luis II
de Baviera (Helmut Berger) en un fotograma de la
película Ludwig (L. Visconti, 1972)
Leonilla Bariatinski A, Princesa de Sayn Wittgenstein, 1843.