P
de Rebotica
LIEGOS
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descubrimiento de America, terminó afectando a la
economía mundial tal como se había organizado
hasta entonces.
Y estamos ya en Estambul, así llamado en
Occidente solo desde 1930. Una de las ciudades más
grandes del continente europeo, a caballo entre
Europa y Asia, que desde siempre fascinó a todos.
Lo mismo a Napoleón, como a Lord Byron. A
políticos, a toda clase de artistas, incluso a los que
nunca la habían visitado como Lope de Vega en su
novela
El desdichado por la honra
… y sobre todo a
millones y millones de turistas. La ciudad, que
además de Bizancio (llamada así hasta el 330) y
Constantinopla (hasta 1453) se la conoció con los
nombres de la “
Nueva Roma”, “Puerta de la
felicidad”, “Ojo del mundo
”…
Actualmente Estambul posee una docena de
Universidades. Sus zonas históricas han sido
declaradas por la UNESCO, Patrimonio de la
Humanidad por sus importantes monumentos y restos
históricos. Y además es sede del Patriarcado
Ecuménico de Constantinopla, cabeza de la Iglesia
Ortodoxa. Hoy día sigue teniendo el papel central del
comercio, la industria y la cultura en Turquía, aunque
haya dejado de ser su capital.
Pero cada ciudad tiene sus rincones oscuros y
sagrados, su ritmo y sus silencios. Lugares extraños y
mágicos que solamente pueden conocerse paseando
por ella, porque caminar es observar, integrarse en el
ambiente. Solo así se puede descubrir la singular
magia del viejo Estambul. Una ciudad cosmopolita,
con unos palacios de los siglos XVIII y XIX a orillas
del Bósforo, en el llamado “
Cuerno de Oro
”, donde
la aristocracia turca de aquellos tiempos, los levantó
con un estilo muy peculiar entre barroco, neoclásico
y oriental. Una ciudad que también en esos siglos se
convirtió en el destino preferido de la aristocracia
europea por su ensoñador estilo de vida, deslumbrada
con las historias de los harenes, las odaliscas, el lujo
asiático… (¿Irían tal vez en busca de placeres
desconocidos?) Los eruditos y artistas eran atraídos
por su espiritualidad, por su historia.
Y finalmente llegó el ferrocarril con su mítico
Orient Express
” tan traído y llevado en novelas y
películas.
Pero Estambul ha sido de
siempre un fenómeno
habitual en el arte y la
literatura. Tal vez por su
ambigua personalidad entre
Europa y Oriente, su aire
decadente, su atractivo
escenario, sus historias,
mitos y leyendas. Por
ejemplo cuentan que
Solimán el Magnífico enseñó su jardín al embajador
imperial de Fernando I que quedó admirado de una
flor desconocida en Europa: el tulipán. Tan
entusiasmado estaba que el sultán le regaló algunos
bulbos. Esta flor alcanzó, cincuenta años después,
gran reputación y una sola cebolla costaba en el
comercio internacional decenas de piezas de oro,
llegando en 1636 a pagar por un lote de 99 bulbos 90
mil florines de oro holandés. Claro que un año
después una flor solo costaba 25 florines. ¿Tal vez
puede considerarse esto la primera “
burbuja
financiera
” de la Historia Moderna? ¡Y yo que creía
que los tulipanes eran autóctonos de Holanda! ....
Pero hay tanto que contemplar en Estambul,
tantas maravillas que admirar… Una de ellas, la más
grande y más antigua en la historia del arte.
Construida en la época del Imperio Romano de
Oriente: la antigua “
Iglesia Grande
” que a partir del
siglo V se la conoce por “
Santa Sofía
” que significa
sabiduría sagrada y misterio divino
”, no el nombre
de una santa como muchos creen.
Cuentan que cuando nació el profeta Mahoma
hubo un gran terremoto en Estambul y la cúpula
principal de la iglesia se derrumbó. Por más que la
reparaban, que la reconstruían, que volvían a
levantarla, se caía. Los monjes desesperados viajaron
hasta la Meca y trajeron, un poco de saliva de
Mahoma, que entonces era un niño, otro poco de
tierra de Kaaba y agua de zemzem. Mezclado todo
esto con el cemento que utilizaban, lograron que la
cúpula se mantuviera firme, que no volviera a caerse.
Eso dicen. ¡Yo no invento!
Santa Sofía
sufrió más terremotos, más
reparaciones. Pero nada comparable a lo que ocurrió
en 1204 cuando en la Cuarta Cruzada, los caballeros
cristianos, toman Constantinopla y declaran el
Imperio Latino. Nada quedó en pie. La ciudad fue
saqueada, incendiada, expoliada.
Santa Sofía
no se
salvó de todo esto. Los latinos se llevaron todos los
objetos de valor de las iglesias, para sus iglesias
occidentales. ¡Que vergüenza! La dominación católica
duró hasta 1261 en que el Imperio Romano de Oriente
recuperó la ciudad.
Santa Sofía
fue nuevamente
reparada. Pero años más tarde Constantinopla vuelve a
caer en manos otomanas y
Santa Sofía
se ve
convertida, una vez más, en Mezquita.
RELATOS
Mehmet II entra en Constantinopla
La Torre Galata
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