P
de Rebotica
LIEGOS
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RELATOS
Pero Estambul no es solo
Santa Sofía
, ¡hay tantas
cosas hermosas que contemplar!: el palacio real de
Topkapi. Los laberintos del Gran Bazar. ¡San
Salvador de Chora! La Mezquita Azul. Las cisternas
de Yerebatan. La Mezquita de Solimán. La Torre
Galata. La mareante danza de los derviches… O
sencillamente dar un paseo en barco por al Bósforo al
atardecer. Son cosas que quedan para siempre en la
memoria, en el corazón….
Desde hace muchísimo tiempo Estambul ha sido
una ciudad multiétnica, donde han convivido
pacíficamente personas de diversas razas, de diversos
credos, donde también se refugiaron los sefardíes al
ser expulsados de España. (200 años antes, los judíos
expulsados de Francia, pasaron la inmensa mayoría
al Reino de León). Pero es curioso, dicen que los
turcos antes que los británicos, supieron como hacer
trabajar a otros en su propio beneficio: en su marina,
su arquitectura, su administración… Total ¡que tal
vez sirvieron de ejemplo a los ingleses para su
gobierno colonial!
Fue Kemal Ataturk, el padre de la moderna Turquía,
quien en 1929 viendo el deplorable estado en que se
encontraba
Santa Sofía
decide quitarla de las
Fundaciones, que era una entidad administrativa y
convertirla en un museo protegido por el Ministerio
de Educación, que era una entidad científica. En
1932 los mosaicos salieron de nuevo a la luz
quitando el yeso que durante siglos, mientras fue
Mezquita, los habían cubierto. ¡Una maravilla!... Y
con Ataturk Turquía optó por ser más europea que
islámica. Sustituyó el alfabeto árabe por el latino, la
laicización del país y fue él quien traslado la capital a
Ankara. Pero… Estambul sigue siendo bastante
árabe. ¡Cada vez más! Aunque tal vez esto le dé ese
exotismo, ese encanto que para mi posee.
La actual Estambul, después de siglos y siglos de
tradición imperialista se ha convertido en una ciudad
alegre, más preocupada por su futuro que por su
pasado; aunque su mayor riqueza sea precisamente
ese pasado. Una ciudad casi normal y digo casi,
porque no es normal su vitalidad, ni su belleza, ni la
manera tan cordial de acoger al extranjero, de
ayudarle. Cuando nosotros subíamos a uno de sus
grandísimos tranvías, lleno a rebosar eran muchos los
que, viéndonos “algo viejecitos” se levantaban a
dejarnos su asiento. ¡Os aseguro que eso no pasa
aquí! ¡Pues no he tenido que levantar pocas jovencitas
sentadas en el reservado para ancianos! Y encima, ha
habido más de una que se negaba a hacerlo.
Este es el antiguo Estambul que yo conozco, el
que a mí me emociona y al que he ido varias veces:
alegre, despreocupado. Porque la ciudad nueva, la
moderna, sobre todo la asiática, con sus rascacielos,
sus avenidas, sus palacios, sus hoteles, restaurantes,
cafeterías de súper lujo… pues si, ¡impresionante!
Pero a mí no me va.
Prefiero el viejo Estambul. Sus escondidos
rincones, tal vez decrépitos, pero llenos de
misterio… de poesía… de humanidad…
Cuerno de Oro
Estambul
La antigua “Iglesia Grande”
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