P
de Rebotica
LIEGOS
32
RELATOS
¿
Os acordáis de
aquella canción de
nuestra adolescencia,
que empezaba así? Creo
que su nombre se quedó
para siempre grabado en
mi memoria:
¡ESTAMBUL!
Anatolia e Ibérica…
Las dos penínsulas más
alejadas en el
Mediterráneo que
comparten el recuerdo
de la batalla de Lepanto.
Ambas rodeadas por tres
mares y que durante
siglos, ambas también,
fueron el paso entre continentes. Asia y Europa en el
caso de Anatolia. Europa, África y América en la
Ibérica. Tal vez por todo esto hemos desarrollado
unas identidades muy diferentes de los pueblos de
nuestro entorno. Y nos parecemos: extravertidos…
despreocupados… ¡Tenemos demasiadas historias
paralelas!
Dicen que para ellos, todo empezó en el 660 a.
de C. y según cuentan las leyendas, el oráculo de
Delfos recomendó al navegante Bizas de Megara que
se estableciera frente a un lugar que fuera “
la tierra
de los ciegos
”. Y Bizas salió de Megara, enfiló el
mar Egeo, cruzó los Dardanelos, el mar de Mármara
y antes de llegar al Bósforo vio un lugar fantástico
donde fundar un asentamiento. Era una pequeña
península situada en la costa europea, fácilmente
defendible, con un magnifico puerto natural y con
varios torrentes de agua dulce. Pensó que sus vecinos
de enfrente, los asiáticos calcedonios, debían “
estar
ciegos
” al no darse cuenta de las ventajas que ofrecía
esta península. Y allí se quedó. Y se llamó Bizancio
en su honor y durante mucho tiempo fue una
próspera colonia griega. Sin embargo aquí no termina
la historia. En el siglo II a. de C. Bizancio pasó a ser
propiedad de Roma.
Pero en tiempos de Constantino el Grande, el
Imperio Romano dependía cada día más de Oriente
así que éste decidió buscar un enclave estratégico
donde levantar una nueva Roma y lo encontró en
Bizancio y la ciudad que construyó sobre él, pasó a
llamarse Constantinopla y el César regaló a su nueva
e impresionante capital muchos de los tesoros del
mundo antiguo que se guardaban en los templos de
Grecia y Oriente. Y más
tarde cuando el Imperio
Romano se dividió en
dos, Constantinopla se
consideró la legítima
heredera de los Césares
y pasó a ser la capital
del Imperio Romano de
Oriente. Su dominio se
extendía desde el
Éufrates hasta Gibraltar,
convirtiéndose en “
La
ciudad más deseada del
mundo
” pero también,
por eso mismo, la más
atacada, la más acosada
por godos, hunos,
eslavos, ávaros, persas, árabes, búlgaros, rusos…
¡Qué sé yo! Hasta la Peste Negra la “visitó” dos
veces reduciendo su población a menos de la mitad.
Fue al final de la Edad Media cuando el sultán
otomano Mehmet II montado en su blanco caballo
entró en Constantinopla, animado tal vez por una
antigua arenga achacada a Mahoma: “
Quien conquiste
la capital de los infieles será el más importante de los
seguidores de Alá
”. Pero por parte del sultán, su
conquista supuso ¡además!, el control del comercio
euroasiático. Y otra vez Bizancio con su nuevo
nombre de Constantinopla, como en los viejos
tiempos, pero esta vez otomana, volvía a dirigir un
gran imperio.
Este nuevo control del comercio internacional
junto con la expansión europea en África y Asia y el
Estambul y
Constantinopla
Oráculo de Delfos
M. García Piñuela
La Mezquita de Solimán
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