Revista Farmacéuticos - Nº 138 - julio/septiembre 2019 - page 33

E
E
l homenaje que recibió en San Sebastián
Raúl Guerra Garrido con motivo del 50
aniversario de su novela “Cacereño”,
sirvió para admirar una vez más esa
maravillosa ciudad.Y repasar lo que
supuso en la
Belle Époque.
Desde 1887 la ciudad de San Sebastián, en los
tres meses de verano, era el punto de encuentro
de la alta sociedad y de la aristocracia siguiendo
la estela de la familia real. La reina regente María
Cristina estableció en la ciudad el centro de
veraneo de la Casa Real.Ya no se trataba de
disfrutar de sus playas, sino de la terraza de su
Casino, del hotel María Cristina y sus salas de
bailes y banquetes; de los bailes en El
Continental frecuentados por la flor y nata de la
nobleza que se daban cita a las seis en el gran
salón para comenzar el te
dansants
. Era el templo
del lujo, de la riqueza y las diversiones. La
orquesta de 80 profesores bajo la batuta del
célebre Arbós amenizaba las veladas. Sin olvidar
el Hotel Palace a la hora del baño; Garibay para
el té; teatros, carreras de caballos, central
telefónica.Villas de ensueño entre las que
destacaba
Aldama–Enea
del marqués de Aldama.
La Concha era la playa de moda y allí se citaban
los sibaritas, los ociosos y algunos crápulas. Todos
aquellos a los que gustaba el lujo, el placer, el
ocio nocturno. Restaurantes con música en vivo
donde se podía bailar al más puro estilo francés.
Para algunos cronistas esos centros de ocio eran
de orgías y desenfrenos, tugurios de verdadera
inmoralidad y centros de perdición, focos para
los excesos de la “bestia humana”. Otros lo veían
de distinta manera, como el escritor Antonio
Hoyos Vinent para el que San Sebastián era una
ciudad infinitamente cosmopolita, civilizada, bella,
acogedora, discreta y elegante. Explicaba que las
cubiertas galerías que bordean el mar de
Ostende, las fastuosidades del “Normandy” de
Dauville, los funiculares suizos, todo eso estaban
mejorados en San Sebastián.
Un capricho regio (de la Emperatriz Eugenia) hizo
nacer Biarritz como colonia de veraneo ostentoso.
Una regia voluntad (reina regente Cristina)
engrandeció San Sebastián.
Las carreras en el Hipódromo de Lasarte eran un
espectáculo deslumbrante desde el momento en
que centenares de coches ocupados por todas las
familias aristocráticas que se encontraban en San
Sebastián, así como muchas de Biarritz, San Juan de
Luz, Hendaya y Zarauz arribaban al Hipódromo.
Los que no poseían automóvil encontraban a su
disposición un servicio especial de trenes y
tranvías.
San Sebastian y Biarritz eran alternativa de los
carísimos veraneos en Deauville donde más de
un aristócrata mermó considerablemente su
fortuna en los tres meses de vacaciones. Los
paseos eran auténticas pasarelas de moda. Las
damas con sus mejores galas firmadas por la
modista Lanvin, vestidos ligeros y sombreros de
Morfeaux. Todo un lujo.
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Pliegos de Rebotica
2019
LOS BOTICARIOS
La colonia veraniega
de San Sebastián
Marisol Donis
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