Revista Farmacéuticos - Nº 138 - julio/septiembre 2019 - page 36

POETAS DE HOY Y DE SIEMPRE
36
Pliegos de Rebotica
2019
EL PÁLIDO EXTRANJERO
Si aún el corazón golpea en mi costado
y hay labios esperándome
¿por qué, otoño, levantas el sombrío cadalso de tus bosques?
¿por qué en la roja poma escondes insidioso el rubí de las úlceras?
Aguarda aún, aguarda,
que el estío me ciñe en su lecho de fiebre
y un viento impetuoso
aviva el lampadario voraz donde la llama
quema la sed viva del cuerpo,
y el párpado, y el músculo, y las venas crepitan
sin consumir jamás su danza triste y muda.
Con el oído en tierra
sobre la tierra yerma que ansía el fértil zumo de tu abrazo,
espío tus pisadas en la noche
oh pálido extranjero caminante,
oh poderoso peregrino de sienes corroídas por los líquenes.
El atabal lejano resuena con tus pasos
y las ménades turbias conducen tu caballo de lluvia silenciosa
que hace huir al amor como emigrante pájaro
y convierte los tálamos en funerarias piras.
Tú religioso cortejo, otoño pío de vendimias,
despliega el cortinaje de perla, violeta y llanto
que a los mortales ojos ensombrece
el solemne festín de atardeceres.
Las nubes, como encarnadas bandejas de opulencia
vuelcan la carne madura de los frutos,
que se abre en gusanos como vivientes joyas enfermas
sobre bocas granates de deseo
y el vino y la miel gotean su dulzura
en el áureo cuerno del cazador sorprendido
ante el huyente ciervo que incendia desolado con sus astas ardiendo
los ramajes purpúreos.
Escucho tu cercano cortejo
y el estío que deja sus verdes juncos perfumando, mis manos
me entregan un don amargo y acre de inquietud.
Palpitan los relojes con tu hora, y tus veloces pajes,
Ah, fríos y crueles, prenden sus aceites aromáticos
Y árboles de humo se levantan al cielo
Cual candeleros respirantes en la pesada atmósfera
de una cámara ardiente.
La nocturna criatura solitaria,
bajo límpidas sábanas despierta acongojada
al rumor de los días altos que se acercan como monjes
de moradas cogullas
que acompañan, con el florido tallo de sus voces,
por claustros de sangrientos vitrales
y entre las tapicerías vivas donde se enlazan cuerpos como guirnaldas
que bajo la grana espléndida de sus racimos
porta en brillante píxide
el último suspiro adolescente.
Pablo García Baena
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