Revista Farmacéuticos - Nº 134 - Julio/Agosto 2018 - page 21

A
A
finales de los años
setenta del siglo
pasado, un joven
no sabía muy bien
qué carrera
estudiar.Veterinaria, Medicina, Farmacia… había
que tomar una decisión y no había mucho más
tiempo para pensarlo.
Alguien había leído la palma de su mano hacía
unos meses y vio los
estigmas médicos o líneas
samaritanas
. Son un grupo de líneas verticales
situadas bajo el dedo meñique que se dice
confieren empatía por todos los seres vivos. El
destino estaba escrito allí, todas las opciones que
contemplaba eran válidas. Sabía que estaba en el
buen camino, pero ¿cuál tomar?
La decisión llegó por descarte:Veterinaria le
obligaba a abandonar su ciudad, Medicina le
parecía demasiado sangrienta.
No quedaba otra que Farmacia. Era la lucha entre
la Creencia y la Ciencia. Ganó la Ciencia pero la
Creencia ayudó.
Transcurrieron los cursos y las asignaturas entre
cálculo diferencial, fórmulas de química
inorgánica, orgánica y farmacéutica, ejemplares de
plantas prensadas entre las “camisas de los
herbarios”, historias sobre el láudano, prácticas
de laboratorio, Termodinámica Estadística,
Farmacognosia … hasta que llegó el final.
Organizaron una cena de final de carrera y cosa
curiosa, brindaron por llegar a ser
Product Manager
de lo que fuera
. Esa era la medida del éxito
profesional que tenían aquellos
jóvenes en aquel momento.
Los caminos de todos ellos se
separaron inmediatamente. La
carrera de Farmacia tenía una
única entrada pero muchas
salidas. La mayoría recaló en
oficinas de farmacia (entonces
no existía el término farmacia
comunitaria) para ejercer de
boticario, a fin de cuentas para
eso habían estudiado tanto.
El trabajo era muy gratificante
por el contacto personal con los
pacientes, poco a poco iban confiando todos sus
problemas en aquellos profesionales recién salidos
de la facultad. Las batas blancas todavía relucientes se
llenaban de orgullo.
Pronto la industria farmacéutica o incluso la de
tecnología sanitaria llamaría a sus puertas. Iban a
dejar la botica por el sueño de ser
Product manager
de lo que sea
.Aunque el camino no iba a ser fácil
pues antes había que forjarse una experiencia en
ventas y a poder ser estudiar algún curso de post-
grado o Master y por supuesto mejorar mucho las
capacidades para hablar y leer en inglés.
Unos antes, otros más tarde habían ido
cumpliendo su sueño, e incluso superándolo. La
vida profesional les iba situando en posiciones,
sectores, mercados, administraciones públicas,
que ni siquiera habían podido soñar. Todo
evolucionaba muy deprisa, sus vidas también.
Su mundo había cambiado completamente, los
nuevos jóvenes ya no soñaban con ser
Product
manager de lo que sea
, ahora lo que imperaba era
el Acceso al Mercado y la Multicanalidad. Tenían
que reciclarse constantemente si no querían que
las nuevas generaciones les comieran la tostada.
Coleccionaban tarjetas de visita con
innumerables cargos unos en inglés y otros en
castellano, pero sin embargo tenían la sensación
de que había algo inmutable.
Se acercaba el ocaso de su
carrera profesional, habían dado
muchos tumbos, pero se dieron
cuenta que siempre habían sido
boticarios
.
Por cierto, aunque es
irrelevante en esta historia, el
estudiante con los
estigmas
médicos
es quién les escribe.
n
21
Pliegos de Rebotica
2018
Pedro Alsina
Estigmas
médicos
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