Revista Farmacéuticos - Nº 134 - Julio/Agosto 2018 - page 26

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e despertó temprano, algo antes de que
el reloj de su mesilla atronara la
habitación con la estridencia que tenía
como función principal. Su mente se
acomodó pronto a la situación que
preconizaba un día con múltiples ocupaciones y
envites variados. En esos escasos cinco minutos
de pereza y toma de contacto con la realidad
que se permitía, rehízo mentalmente la lista de
tareas, incorporando una marca figurada a las
completadas y reescribiendo una nueva tabla de
supuestos en la pantalla holográfica que inventaba
a diario. Reconfirmó consigo misma la pulcra
asepsia del recuento y la sincera satisfacción con
el devenir de ese periodo trimestral, como
siempre a tope de tareas, tareíllas y
responsabilidades. Fidelidad, compromiso y
lealtad eran cualidades con las que sus jefes
solían calificar la revisión de su desempeño.
Sin esperar la orden de su propio interior, saltó
de la cama y se encaminó al baño. La ducha
resultaba siempre el disparador operante de sus
procesos cognitivos. Dejar que el agua resbalara
sobre la piel enjabonada constituía el placer
temprano que quedada más asequible a su
voluntad. La tarea del día incluía un par de
vuelos, dos más que añadir al larguísimo
sumatorio que tenía en su haber, y una reunión
que se esperaba espesa y litigante.
A pesar de su intento confesado de control de
impulsos, el desayuno le ocupó menos de diez
minutos; un entreacto rápido en el que repasar
en el móvil los mensajes y las primeras noticias y
distraer algún vistazo al reloj de su muñeca.
Mínimamente maquillada, pero acorde a
su posición, escogió una
indumentaria que juzgó
elegante pero
fundamentalmente práctica, y
que se ajustaba además a las condiciones
climáticas que la esperaban en destino. Eligió un
pantalón cómodo de algodón, blusa blanca de
seda y una chaqueta ligera. Era consciente del
mensaje subliminal que cada detalle aportaba a
sus futuras posibilidades de ascenso en la
compañía. La última de sus rutinas que cumplía
escrupulosamente era revisar los documentos
que debía llevar a cada reunión.
Una de las principales ventajas de la ubicación de
su vivienda era la simplicidad de acceso a la
autovía que la encaminaba al aeropuerto. Ágil y
resuelta, ajustó con rapidez la velocidad de su
automóvil a las posibilidades de la intensidad de
tráfico. La secuencia de pequeñas aceleraciones y
frenazos discretos, habitual en la conducción de
las primeras horas del día, no consiguió evadirla
del cuasi rutinario proceso de repaso en ruta de
su misión. Se trataba del maldito día clave de
presentación de presupuestos a la Corporación, y
era especialmente importante cada pequeña
victoria que pudiera arrancar a los escépticos
responsables del
staff
central, más pendientes de
sus propias medallas que de los problemas de las
filiales. Había pasado la tarde anterior repasando
con su equipo los detalles; de su capacidad de
argumentación y seducción dependería en gran
medida el soporte y la motivación de todos los
que integraban la división en el siguiente periodo
anual; y la suya, por ende, también.
Aunque su cabeza seguía
generando ideas alrededor
de la presentación que tenía
en unas horas, no dejó que
su concentración al
volante se despistara de
los enormes cartelones
con fondo azul oscuro
metalizado que
Mª Ángeles Jiménez
Nobody is perfect
26
Pliegos
de Rebotica
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