Revista Pliegos de Rebotica - Nº 133 - Abril/Junio 2018 - page 14

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Pliegos de Rebotica
2018
NUESTROS POETAS
Pedro Jose
́
Pe
́
rez Rodri
́
guez
TOTALIDAD (Soneto nº 153)
Me ofreciste tu cándida manzana,
y probé la ambrosía del edén.
Sentí caricia dulce, agraz desdén,
aurora colosal, penumbra vana.
Entre el ímpetu noble y la desgana
mi ánima oscila en demencial vaivén.
No sé por qué el espanto; cuándo o quién
me abandonó en oscura ortiga insana.
Mas sé que una violeta de ternura
le abre al cielo su anhelo inenarrable
cual color de florida jacaranda.
Y aunque la ancha distancia y la amargura
me hieran, y este aire ni me hable,
algo en mí me susurra: vamos, anda.
SIN PALABRAS
¿Qué puedo decirte, madre,
sobre el dolor y la vida;
sobre tu infausto calvario
que torna al alma suicida?
Cada día menos sé
de esta pasión florecida…
Espero que tras el alba,
donde dos madres habitan
recojan todas tus lágrimas
y te den rosa infinita.
Soneto nº 139
Si pudiese arrancarte ese dolor
que, fiel, continuamente te lacera,
y a tu cuerpo se agarra cual ramera
hambrienta de tus huesos sin pudor…
Si pudiera tornarte el amargor,
el cardo, el alacrán, la noche entera
en rosa, alondra, aurora verdadera,
en celaje preñado de candor,
el mar se ondularía en la esperanza;
la tierra más humana brillaría;
el cielo más divino y tibio fuera.
¡Oh, Dios!, por calcinar esta matanza
que te devora, madre, esta agonía
maldita, injusta, cruel, ¡lo que yo diera!
NAVIDAD (Soneto nº 51)
Ya es Navidad; es tiempo en que la Luz
de entrega, amor que agota los lenguajes,
carga sobre sus hombros plúmbea cruz
de ríos en crecientes estiajes.
Ya es Navidad; un Niño en la pobreza
nacido le sonríe al vasto mundo,
a un Hombre al que con gracia y entereza
salvará del pecado furibundo.
Míralo, rodeado de esperanza,
adorado por ángeles, pastores,
venerado por sabios y por reyes.
Observa cómo brilla en su templanza
del infinito bien las dulces flores
que, alegres, vestirán la Ley de leyes.
Soneto nº 192
Lanza el atardecer su dulce ataque
sobre una sierra grávida de enero.
Da al azul de la tarde, marinero,
el estrellado añil umbroso jaque.
No hay color ni suspiro que no saque
de la esencia del aire el Sol postrero.
Quiero subir al viento;¡quiero, quiero
fulminar fiebre, espasmo, duda, achaque!
Ya a lo lejos celajes y montañas
lucen cárdenos brillos mientras sueña
la arboleda entre granas y dorados.
Vibra el cielo; retumban las entrañas;
el alma se me escapa, se me empeña
en vivir junto a Dios en altos prados.
A mi madre, María Priscila.
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