Revista Pliegos de Rebotica - Nº 133 - Abril/Junio 2018 - page 12

mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.
¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados,
que tengo en mis entrañas dibujados!
Apártalos, amado,
que voy de vuelo.
Garcilaso de la Vega es uno de los poetas relevantes del
momento, que dominan la técnica poética italiana y la
combinan con la métrica castellana de forma magistral.
Empiezan a diferenciarse los tipos de poemas en can-
ciones, églogas, coplas, liras, odas y sonetos; la métrica
de cada verso en pareados, octosílabos o endecasílabos;
y las estrofas en tercetos, cuartetos, octavas o quintillas.
Es el nacimiento de la poesía como ciencia, arte y parte
de la literatura en verso en todo su esplendor.
El amor barroco
Cuando la poesía del amor en verso entra en el siglo
XVII, se abre una etapa que supone una gran transfor-
mación, como en otros ámbitos artísticos, adquiriendo
una complejidad metafórica inusitada. Su máximo repre-
sentante es Góngora. Su obra está repleta de matices,
de retorcidas metáforas, de recargados atributos, con
un dominio del lenguaje y de la palabra como nadie hasta
entonces lo había logrado; muchas veces por mero nar-
cisismo y lucimiento. Sirva como ejemplo, el siguiente
soneto, con sus dos cuartetos y dos tercetos en rima
consonante:
La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,
amantes, no toquéis, si queréis vida,
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engañen las rosas que, a la Aurora
diréis que aljofaradas y olorosas
se le cayeron del purpúreo seno:
manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que después huyen del que incitan ahora;
y sólo del amor queda el veneno,
Su coetáneo, Lope de Vega, era enemigo y compe-
tidor. Para muchos estudiosos Lope es el poeta
del amor por excelencia; tanto por sus innu-
merables conquistas amorosas, como por
sus miles de versos dedicados a sus in-
contables amadas. En sus
Rimas
se incluyen más de 200 sone-
tos de amor, aparte de su
obra dramática repleta de
versos. Sirve de muestra
este maravilloso soneto:
Ya no quiero más bien que sólo amaros,
ni más vida, Lucinda, que ofreceros
la que me dais, cuando merezco veros,
ni ver más luz que vuestros ojos claros.
Para vivir me basta desearos,
para ser venturoso, conoceros,
para admirar el mundo, engrandeceros,
y para ser eróstrato, abrazaros.
La pluma y lengua, respondiendo a coros,
quieren al cielo espléndido subiros,
donde están los espíritus más puros;
que entre tales riquezas y tesoros,
mis lágrimas, mis versos, mis suspiros,
de olvido y tiempo vivirán seguros.
También debemos citar a Quevedo; porque en sus ver-
sos habla del amor y de la muerte con tristes refe-
rencias a la decadencia del imperio español (Felipe II),
al desengaño y al sentimiento inquietante del más allá,
como nadie. Su soneto del “Amor constante más allá
de la muerte” está inspirado en una pura reflexión fi-
losófica y resulta contun
dente:
Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra
que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
La poesía romántica
El amor es la clave, el núcleo, la razón del romanticismo;
es la época en la que el verso de amor llega al zenit.
No sólo el amor, sino también el sentimiento, la muerte,
la tragedia, el desamor, el dolor, el enamoramiento, los
conflictos amorosos, el desgarro, la pasión, el diablo, la
maldad, la nostalgia, etc. Los sentidos y
los sentimientos son los protagonis-
tas de la poesía romántica por an-
tonomasia y han pasado a la his-
toria universal como estandarte
de la pasión amorosa y de una
época revolucionaria marcada
por las guerras, los muertos, los
vaivenes de la política
y la convulsión
social (Isabel II y
Fernando VII).
El debate entre
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