representados en la pinacoteca
murillesca. Es una pintura, por tanto,
plena de expresividad, con tendencia
inequívoca a lo popular, sin duda,
autóctona y local de lo que bien
conoce, como
Los niños comiendo melón
y uvas
.
Y, una circunstancia más y no baladí.
En aquella época reinaba en Sevilla en
lo artístico (control absoluto gremial),
y se me antoja que no es mal verbo
para entender un poco mejor las
particularidades que rodeaban a
Murillo, Francisco Pacheco, pintor
manierista, autor de un tratado sobre
la pintura (
Arte de la pintura su
antigüedad y grandeza
, 1638), clave en
la obra del artista creador de la
imagen perdurable de la
representación plástica de la
Inmaculada, porque el suegro y
maestro de Velázquez, llevó hasta sus últimas
consecuencias el sentido y la aplicación de los decretos
tridentinos relacionaos con las representaciones de las
imágenes sagradas de Jesucristo, María, el Apostolado,
etc. Pacheco fue una personalidad relevante, que gozó
de gran prestigio como maestro de pintores y escritor,
además de poseer una sólida formación teológica. Fue
propuesto como veedor de las imágenes sagradas por
parte de la Inquisición.
En una sociedad estamental en la que la mayor parte
de la población estaba compuesta por el pueblo llano
analfabeto, la imagen sagrada debía servir de señal
litúrgica, como camino y guía de fe, de salvación,
invitar a la contemplación y la oración.Y ahí está la
verdadera razón de Murillo para la creación sublime
de figuraciones que cuajaron en las devociones
íntimas del pueblo, porque da la
sensación de que, en lo que narran
los pinceles del artista, lo divino se
humaniza.
Francisco Pacheco pintó varias
Inmaculadas, algunas solas y otras con
donantes, pero además en su tratado
del
Arte de la Pintura
describió cómo
había que representar a laVirgen
Inmaculada, texto inspirado en un
pasaje de la
Apocalipsis
de San Juan.
Había que pintarla como una joven
doncella, en la flor de la vida, delicada
en sus facciones, con los cabellos
dorados al sol, con la luna bajo sus
pies, rodeada por un cortejo de
ángeles en un exuberante
rompimiento de gloria, revestida de
azul celeste, adornada por doce
estrellas, etc. En definitiva transmitir la
inspiración de una belleza idealizada de
mujer, junto a la emoción del
sentimiento religioso y una honda
espiritualidad humanizada. Pacheco no
lo consiguió, aunque dio las claves.Y
Murillo tomó paleta y pinceles.
Murillo siguió el modelo perfilado
por Pacheco y creó para siempre la
imagen Inmaculada de María. Son las
Inmaculadas de Murillo y, tras de
ellas, todas las demás. ¿Cuáles son?
¿Cuál es la mejor Inmaculada de
Murillo? La pregunta puede estar
mejor formulada de esta otra
manera: ¿Una vez conocidas, con
cuál nos quedamos? La contestación,
por pura lógica, depende de cada
uno de nosotros, pero..., en mi
modesta opinión son tres más una
colosal: la de los Venerables
Sacerdotes (en el Museo del Prado),
pintada por encargo del canónigo
sevillano, amigo personal del pintor y mecenas, Justino
de Neve, la que preside y nos contempla
(impresionante) desde la cúpula elíptica de la Sala
Capitular de la Catedral de Sevilla y la
Niña
(tal vez la
más ajustable, si cabe, a la doctrina de Pacheco por el
encanto delicado que emana de su rostro y dulzura),
en el Museo de Bellas Artes de la capital hispalense.
Son las tres.
Más una que es precisamente
La Colosal
(por sus
dimensiones y significado), contratada para el retablo
mayor de la iglesia del desaparecido, por derribo,
convento de San Francisco el Grande y que preside hoy
la sala principal del antiguo convento de la Merced, en la
actualidad Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sus
dimensiones son colosales: 436 x 292 cm. Un tamaño
muy superior al natural. Se debe contemplar desde una
distancia prudencial, desde lejos y
hacia arriba, porque fue creada para
eso y no para permanecer en un
museo. Una obra maestra dotada de
un virtuosismo y movimiento típico
de lo mejor del Barroco. María
envuelta en la túnica blanca y manto
azulado agitado por el viento. El
resplandor dorado del sol proyecta la
imagen. La mirada inclinada en ángulo
perfecto hacia el que tiene fe.
Una obra inmensa símbolo, como
las otras Inmaculadas de Murillo, de
una forma de entender la liturgia y
catequesis de María. Sin embargo,
hubo de transcurrir más de dos
siglos aún para la declaración oficial
y solemne del Dogma de la
Inmaculada Concepción, por el
papa Pío IX, el 8 de diciembre de
1854: REGINA SINE LABE
.
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23
Pliegos de Rebotica
2017
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Niños comiendo melón y uvas (c. 1650)
Inmaculada Concepción “la Colosal”
(Hacia 1650) Convento de San
Francisco (Sevilla)