Revista Farmacéuticos - Nº 128 - Enero-Marzo 2017 - page 29

recopilando datos en internet
para mi tesis, hasta que
después de comer, volví a mis
tareas “de almacén”.Y al
acceder al mismo, rápidamente
vi el fardo abierto la tarde
anterior, con la flor brillante,
cuyo aroma me alcanzó de lleno,
y volví a desdibujarme con el
lugar, apareciendo en mitad de un
barco de vela, en plena tormenta
atlántica.A mi espalda hablaba el
hombre que estaba cortando la flor,
con el que parecía el capitán del
barco: “… sí, es fundamental
salvaguardar su seguridad por encima de todo.
Varios miembros de la expedición han sufrido el
vómito negro, alucinaciones, incluso llegando al
suicidio al verse perseguidos por fantasmas. Cosas
del delirio y las fiebres. Pero el brujo de la tribu
nos dijo que envolviendo el ejemplar con otras
plantas en tela gruesa, aplacaríamos su efecto.Y así
ha sido. Sería una pena haber perdido un buen
hombre para conseguir las semillas de la planta, y
no poder cultivarla en nuestro país. Lástima el
precio para conseguir las semillas.” El capitán se
rascaba la cabeza. “Pero, ¿qué utilidad tiene en
especial?”. “Según cuenta el brujo, la flor genera
visiones a través del tiempo y del espacio, y
permite interactuar en dichas épocas, a ambas
partes. Por lo que entiendo que puede ser un
alucinógeno que tenga fines medicinales. El resto
son supersticiones.Aunque era cierto que para que
floreciera la planta, necesitaba el sacrificio de un
ser humano. Quizá por algún componente de la
sangre…” Esta vez choqué contra la barandilla, tras
la acometida de una ola sobre el lado del barco.
“¿Otra vez usted? ¿Quién es usted?. Capitán,
detenga a ese hombre” y caí de nuevo desfallecido
mientras veía que el capitán desenvainaba su sable
y avanzaba hacia mí.
Segundo despertar encima de mi mesa de trabajo.
Chistes y gracias de los compañeros que iban
llegando. Pero esta vez no esperé a la tarde para ir
al almacén. Fui directamente, aspiré una bocanada
de aire antes de entrar, y cerré la puerta con
cuidado para que no entrase ningún compañero. La
flor estaba en el fardo.Aguantado la respiración.
Está más seca que hace dos días. Sigo sin respirar.
Los restos de otras plantas y papeles son
simplemente polvo. No aguanto más.Y respiro.
Estoy en una casa al lado del puerto. En una amplia
terraza.Veo las calles, malolientes, llenas de todo
tipo de personas, vestidos con ropajes de hace un
par de siglos. “¿Ha vuelto usted?”. Me miraba el
hombre que cortó la flor. Pero esta vez no estaba
enfadado. Me miraba cariñosamente. “Anhelaba su
visita. Hace más de un año que llegamos a puerto,
y pude plantar las semillas de esta planta,
que esperaba que ampliase el
conocimiento médico-farmacéutico
actual, pero he descubierto que lo
que realmente hace es abrir las
fronteras físico-temporales de la
mente. Por algún motivo, usted tiene
en el futuro la flor que tengo yo en
esta época, la cual nos sirve de
conexión entre ambos mundos,
por lo que le pido que la traiga en
su próxima visita. La verdad es
que hemos intentado que
florezca aquí de nuevo, pero el viejo brujo
no debió contarnos toda la verdad, y los
“intentos” que hemos hecho no han dado
resultado”. Señaló a una gran maceta, en la que
crecía una planta espinosa, como la que vi en el
acantilado. Las losas de mármol debajo de la
maceta aparecían rosadas, como si se hubiese
derramado abundante sangre sobre ellas, sangre
que rebosaría desde la tierra de la maceta. “No, no,
destruiré la flor” grité. “Si es su respuesta, tendré
que cruzar de nuevo la mar océana para
proveerme de nuevas flores, muchas nuevas flores,
que me permitan cruzar el umbral. Pero
comprenderá que no puedo dejar testigos.” Y se
abalanzó sobre mí con un pequeño estoque al
tiempo que yo saltaba por el balcón a la calle.
Nuevo despertar en mi mesa. Es por la tarde.
Oscurece. No queda nadie. Rápidamente pensé en
ponerme una mascarilla y entrar en el almacén
para introducir el fardo en una bolsa hermética y
llevar el bulto al crematorio, terminando con esa
flor del demonio. Pero ello solucionaría el
problema ahora, no en el pasado, no en el futuro, si
el caballero conseguía volver a la planta madre,
sacrificando nuevos seres humanos para conseguir
las flores negras. No. Debía eliminar a este
caballero. Debía volver a entrar en el almacén, en
ese mismo momento, pues siendo el mismo día,
seguro que aparecía en el mismo sitio y lugar. Me
armé con un buen palo, que usaba para ir a
recolectar plantas al monte de El Escorial con los
alumnos, y sin ningún plan previo, me aventuré al
almacén de nuevo. Inhalé la fragancia de la flor
negra.
Cuarta escena. Estoy en el acantilado de nuevo.Veo
la planta madre, con muchas flores, negras, blancas
y rojas. En su base, diferentes cuerpos de nativos,
esclavos negros y hombres blancos. He
llegado tarde. Noto un quemazón en el
pecho, y veo aparecer la punta de un
estoque entre mis costillas. Me giro. El
caballero, con el brujo al lado, me mira y me
sonríe. Lo último que oigo es “Bienvenido y buen
viaje”.
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