L
eer en el interior del ser
humano, conocer sus
más íntimos secretos es
una de las fantasías que
casi todos hemos tenido
alguna vez. Si las respuestas a
preguntas cómo “¿de verdad me
quieres?”, “¿qué tema pondrá en
el examen?” “¿cual es el
ingrediente oculto de la sopa?”,
pudieran conocerse leyendo los
pensamientos del amado, del
profesor o del cocinero, el
mundo sería otro.
Pero tal vez, no sería un mundo mejor.
Yo sospecho que poseer una capacidad
extraordinaria para la que no estamos diseñados
puede tener consecuencias imprevisibles y no
siempre gananciosas.
Y no soy la primera en esta creencia.
También lo juzgó así Santiago Ramón y Cajal,
especializado en histología y anatomía patológica
que recibió el premio Nobel de Medicina
en 1906, cuando en su novela
El pesimista
corregido
, el barbudo genio de la ciencia
convierte en microscopios los ojos del
médico misántropo, ansioso por superar
las limitaciones inherentes al hombre.
Sin embargo, Juan Fernández, el
protagonista de la obra, pasa del júbilo
al horror cuando es deslumbrado por la
cloaca azul del cielo, la ciénaga del
chocolate caliente, o las hediondas
aberturas de las glándulas del cutis,
antes de porcelana, de su enamorada.
Sumergido en el hielo de la
desilusión, recupera la confianza
cuando el plazo de un año,
límite de la merced otorgada,
se cumple y vuelve a
convertirse en un pobre ser
humano al cien por cien.
¡Y qué decir de las manos del
rey frigio Midas, que convertían
en oro todo lo que tocaba! Desde
los alimentos, que no podía
comer, hasta su amada hija
Caléndula que se transformó en
una estatua dorada, todo era
oro a su alrededor.Y otra vez, el
arrepentimiento por haber
querido poseer lo portentoso.
Dorian Gray, personaje central de
la novela de Oscar Wilde, pidió
la eterna belleza y juventud.
Durante años su retrato, oculto en
un lugar secreto, envejeció
mientras él cubría de vicios y
perversidades su cuerpo
inalterado. Pero finalmente,
pesaroso de su deseo, acuchilla el lienzo, que
vuelve a representar al Dorian joven y bello
pintado originalmente, mientras el muere como un
decrépito anciano solo reconocible por los anillos
de sus manos.
Mel Gibson, actor protagonista de la película,
sonríe en su papel del publicista que un día
comprueba que puede saber “
Lo que piensan las
mujeres
”. Pero el embeleso se transforma en
desencanto, cuando sabe que ellas no le consideran
tan guapo ni tan buen amante como suponía. Rota
la autoestima, sólo aspira a perder la cualidad que
satisface su curiosidad, pero no su ego.
Son tantos los ejemplos, que definitivamente, he
llegado al convencimiento de que debemos
conformarnos con ser lo que somos, cada día
mejores si es posible, pero sin saltar de dos en dos
los escalones de la naturaleza.
Aún así, alguien habrá todavía que, tal vez, dé un
euro por lo que ahora estoy pensando. Entrar en
otro cerebro, tan solo un rato, parece realmente
inofensivo y tentador. ¿No es
así?
Pues entonces, primero el
euro, y luego hablamos.
Es de justicia.
¿No creen?
Pues eso.
■
●
21
Pliegos de Rebotica
2017
●
Aurora Guerra
Un euro
por tus pensamientos