¿Y si lo que refleja El Bosco en su pintura son
visiones oníricas, y más en concreto las que habitan
en los sueños que llamamos pesadillas?
Generalmente nos resulta difícil recordar el
contenido de los sueños; apenas solemos tener una
breve memoria de ellos que se esfuma a los pocos
instantes de despertarnos.Y sin embargo, con las
pesadillas ocurre algo distinto: las recordamos por
más tiempo, incluso durante días, quizá porque nos
han provocado un brusco despertar en esa fase del
sueño en que los complicados sistema neuronales
están más activos y alerta. Fijémonos en que los
diversos artistas que han creado obras basadas en
sueños –Quevedo o Allan Poe en literatura, Goya
en pintura, Berlioz en música con su Sinfonía
Fantástica, y tantos otros en las más diversas facetas
del arte– no suelen representar escenas que
podríamos suponer procedentes de sueños
tranquilos, “relajados”, sino por el contrario son casi
siempre imágenes torturadas, angustiosas,
desasosegantes: precisamente las que constituyen
una pesadilla.
Tengan la raíz donde la tengan las heterogéneas y
complejas composiciones de nuestro pintor, lo
innegable es que no dejan a ningún espectador
indiferente. Es una experiencia muy curiosa e
instructiva dedicar un rato a permanecer en quieta
observación de los visitantes de El Prado que entran
en las salas que en la pinacoteca guardan las obras del
Bosco, viendo sus rostros, sus gestos, escuchando sus
comentarios.Veremos actitudes de repulsión,
movimientos entre dubitativos y desconcertados de
cabeza, ojos de sorpresa, otros inquisitivos que
parecen ir tras un hilo conductor en medio de aquel
maremagnum de personajes y objetos representados;
sorprenderemos sonrisas de condescendencia con lo
que consideran obra de un loco merecedor de estar
sometido a la burlesca operación quirúrgica que
aparece en uno de los cuadros; nos divertiremos ante
los grupos que, guiados por la narración de un
cicerone, buscan los personajes a los que éste se
refiere como los niños hacen con algunos cómics
donde un muñeco anda camuflado entre una multitud.
Pero podremos ver también a algunas personas que
se detienen ante este o aquel cuadro y se extasían en
su contemplación; los personajes de los mejores
sueños y de las peores pesadillas son siempre los
mismos para todos los hombres y mujeres de todas
las épocas y lugares.
Con la pintura del Bosco cabe y es obligado
hacerse la pregunta de uno de los seres nacidos de
la imaginación de otro genio, en este caso
Shakespeare: ¿de qué materia están hechos los
sueños? No hay respuesta, salvo quizá que de la
materia de nuestra más íntima e ignorada realidad.
El sueño puede ser pesadilla, pero en semejantes
pinceles bien vale la pena quitarle su sosiego al
descanso del dormir
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17
Pliegos de Rebotica
2017
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El Bosco, detalle de El Jardín de las Delicias.
El Bosco, retrato, 1500.
El Bosco, detalle de El Jardín de las Delicias.