Revista Farmacéuticos - Nº 128 - Enero-Marzo 2017 - page 12

S
S
i consideramos que
feminismo es un
movimiento social
que se inicia en el
siglo XVIII, que se
materializa en el siglo XX
con algunos logros y que
reivindica la igualdad de
derechos de mujeres y
hombres, sin discriminación
por género o sexo,
tendremos que admitir que
Cervantes (nacido en el
año 1547) se adelantó
varios siglos a lo que en
pleno siglo XXI sigue
siendo, en gran medida, una
cuestión inacabada,
polémica y comprometida.
Ciertamente, el término
“feminismo” no existía, ni
por asomo, en el Siglo de
Oro; y asociarlo a
Cervantes, además de un atrevimiento, es un
anacronismo.
Por supuesto, esta afirmación está basada en el
análisis detallado y minucioso de los personajes
que Cervantes nos muestra a través de sus obras,
casi siempre protagonizadas por féminas o
reservándoles un papel relevante. La libertad, el
respeto, las relaciones prematrimoniales, el
divorcio, el reconocimiento de la inteligencia y de
la capacidad de las mujeres para afrontar los
avatares de la vida, son algunos de los
grandes temas que afloran en el ambiente
costumbrista de los escritos de
nuestro Miguel de Cervantes.
Treinta y nueve personajes de “El
Quijote” son mujeres; catorce
en la primera parte y
veinticinco en la segunda.
Significativo, ¿no?
Es sorprendente el trato tan
afable y considerado del autor
hacia las mujeres que
aparecen en toda su obra,
cuando la opinión de los
hombres en aquel momento
histórico, era bien distinta.
La realidad que vivían las
mujeres en pleno siglo XVI
era la de ejemplares de
segunda categoría, los
hombres dominaban la vida
política, religiosa,
económica y social del país
ejerciendo su hegemonía y
su superioridad por
doquier. Las mujeres tenían
pocas opciones: ser
madres, cortesanas, monjas,
campesinas o doncellas.
Ahora bien, la actitud de
Cervantes con las mujeres
no es casual; es fruto de su
propia percepción a través
del pensamiento y vivencias
con su madre Leonor de
Cortina y sus tres
hermanas: Andrea, Luisa y
Magdalena. Eran mujeres
cultas, sabían leer y escribir y gustaban de los
libros de caballerías, por lo que su compañía
permitía mantener una conversación razonada y
elocuente.
Conviene recordar que la familia Cervantes, de
probada hidalguía, vivió algún tiempo en la calle de
la Imagen, en Alcalá de Henares, donde se codeaba
con la burguesía y frecuentaba los ambientes
cortesanos. El abuelo (Juan de Cervantes) era
abogado y el padre (Rodrigo de Cervantes) estuvo
al servicio del Duque del Infantado en
Guadalajara. Pero su fortuna se
disipó pronto y las mujeres de
la familia fueron las que
tuvieron que sacar la familia
adelante con mucho esfuerzo
y astucia. La infancia y
adolescencia de Miguel de
Cervantes transcurre
rodeado de mujeres,
escuchando sus comentarios
y observando sus
actuaciones. Pasados unos
años, en Argel, durante su
cautiverio, fueron su madre
y hermanas quienes lograron
Manuela Plasencia Cano
Cervantes
y el feminismo
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