Revista Pliegos de Rebotica - Nº 126 julio/septiembre 2016 - page 27

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acía más de dos meses que no veía
toros por TV y aprovechando que la
televisión de pago retransmite
todos los festejos de San Fermín
estoy condenado a presenciarlos y
escuchar opiniones e impresiones dignas de
comentar.
Los
sanfermines
es quizá la feria de España con
más personalidad. Marca el ecuador de la
temporada y sería impensable la ausencia de la
llamada Feria del Toro dentro del calendario
taurino español. Dicho esto la plaza de Pamplona
y su público merece un análisis pormenorizado.
Pese a las corrientes antitaurinas la plaza navarra
se llena todos los días en sus casi 20.000
localidades, toree quien toree. Todo un mérito y
un milagro dado los tiempos. Eso sí, se llenan con
un público variopinto y dispar. En la sombra se
ubican aquellos a los que supuestamente les
gustan las corridas de toros, independientemente
de su intensidad y conocimientos como
aficionado, por el contrario los tendidos de sol
se abarrotan de “
mozos
” y “
mozas
” –por lo
de la ley de igualdad- a los que poco
o nada les importa el espectáculo
taurino y que aprovechan la
ocasión para ofrecer al resto de
la plaza y a los televidentes
de pago toda una serie de
excentricidades impropias
de una plaza de toros:
aparecen pancartas pidiendo
el acercamiento de presos
etarras, escudos y emblemas
de entidades deportivas
como Osasuna, personas
disfrazadas
estrafalariamente,
charangas incansables que
emiten un ruido
ensordecedor, cantos y
canciones a coro,
espectadores con el
cubata
en la mano
mirando al tendido en vez
de al ruedo, y … a partir del cuarto toro, tras la
merienda, la vestimenta blanca de la gente se
transforma en rosada por el efecto del
clarete
y
el ruedo se inunda con desperdicios e
inmundicias provenientes de la generosa
merendola ingerida por los peñistas. A partir de
aquí, el resto del espectáculo en la “
zona sol
pasa desapercibido y da igual lo que suceda en el
ruedo. Los efectos etílicos distraen al personal
que se inclina por el jolgorio y la diversión, frente
a la seriedad y rigor que debería llevar implícito
una corrida de toros. Son personas que asisten a
los toros como un acto más del programa de
fiestas, como el que asiste a la procesión del
Santo Patrón, al chupinazo o a echarse un baile
nocturno en el parque de La Taconera.
Entiendo que es una tradición muy
arraigada aunque cada vez con más
brotes de extravagancia, la
respeto, pero compadezco
tanto a los buenos
aficionados de la
tortura
diaria
que les imponen desde los
tendidos de sol como a los
toreros cabales que han de
soportar risas y burlas e
incluso el lanzamiento de
objetos desde el tendido
cuando los
mozos
de turno,
lo estiman oportuno.Ya lo
decía el maestro Curro
Romero que no toreaba
en plazas donde
predominaba la música
festiva. Todo un acierto.
Sucede además que el día
del Santo Patrón es
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Pliegos de Rebotica
´2016
José Luís Blanco Pérez
Viva
San Fermín
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