Revista Farmacéuticos - Nº 122 - Julio-Septiembre 2015 - page 27

Pero Aparicio no solo
quería que se le permitiera
curar con su aceite, sino también
que le fuera otorgada una
compensación si él revelaba el
secreto de su fórmula.Al principio solo
recibió una carta de Felipe II, enviada desde
Valladolid el 26 de enero de 1559, que refrendaba la
resolución de Carlos I en 1552. Deseando obtener
una “pensión de vida”,Aparicio fue a Toledo para
mostrar que su medicina era muy beneficiosa para la
humanidad y que por ello, este beneficio merecía una
buena compensación. De este modo usó su medicina
para curar gente pobre en el Real Hospital de Toledo y
Madrid, de modo que durante todo ese año trató a
ciento siete pacientes y ahorró a estas instituciones
quinientos ducados porque la cantidad necesaria de su
aceite no sobrepasaba los dos.
El 20 de septiembre de 1560,Aparicio de Zubia solicitó
licencia para curar con su aceite a doce enfermos por el
precio de cuatro reales por onza. Los miembros de las
Cortes y los regidores del Hospital de Toledo
presentaron este asunto y, todos de acuerdo, llegaron a
la conclusión de “la medicina era muy beneficiosa e
importante y sería conveniente registrarla y dar a
conocer su contenido; así, cuando Aparicio de Zubia
muriera, este aceite no se perdería. En su informe, los
empleados del Real Hospital de Toledo dijeron que ellos
habían visto a Aparicio curar “ en grandes lesiones y
heridas y brazos, que en algunos casos incluso el
paciente podía comer y beber con normalidad, que no
tenían fiebre, que no le era necesario permanecer en la
cama más de dos o tres días y que la mayoría no
necesitaban medicamentos adicionales para curarse
totalmente; que los pacientes no fueron mutilados como
ocurrió con los tratados por cirujanos y que el coste del
tratamiento de Aparicio era más barato que el
estipulado por aquellos”. Con lo que rebatía el aserto
que se aplicaba a las cosas de alto precio: <<
es caro como
aceite de Aparicio
>>, lo que aprovecha sagazmente
Cervantes para localizarlo en el palacio de los Duques y
no en una venta o en las alforjas de Sancho…
Se acordó concederle una cantidad anual de treinta mil
maravedíes a cambio del secreto de la fórmula, pero
Aparicio no lo aceptó “porque no podía mantener la
producción de dicha medicina con tan pequeño
beneficio”. Es por esto que su esposa, Isabel Pérez de
Peramato pidió más tarde en su nombre que la pensión
fuese incrementada a cambio del secreto de la “medicina
universal de esos Reinos”.
Se acordó se le diesen sesenta
ducados cada año que viviera y
ordenándola hacer pública la composición y el
modo de obtenerla para lo que se editaría
un impreso con una tirada de dos mil
ejemplares para público conocimiento.
Y, así, fue ella la que transmitió la fórmula,
en 1567, (ya fallecido Aparicio) al médico
San Pedro y al boticario Diego de Burgos
según recoge la profesora María del Carmen
Francés Causapé en su trabajo,
Un secreto
remedio español del siglo XVI: el Santo Aceite de los
vizcaínos:
Aceite, tres libras;Trementina de abeto, dos libras;Vino
blanco: medio azumbre (aproximadamente 1 litro); Polvo
de incienso, media libra;Trigo limpio: dos puñados (de 4
a 6 onzas); Harina de hipérico, media libra;Valeriana: dos
onzas; Cardo bendito, dos onzas.
(Recordemos: 1 libra = 375 gramos. 1 onza = 31,25
gramos.)
Su preparación, continúa la profesora Francés, era
simple: las hierbas se maceraban en vino y se añadían el
trigo y el aceite y se cocía. Se dejaba enfriar, se colaba
todo y se volvía a cocer. Se añadía el incienso y, después
de hervir otra vez, se dejaba enfriar.
Con el paso del tiempo esta fórmula se fue
complicando y en la receta propuesta por el eminente
farmacéutico Félix Palacios y Bayá, el número de
componentes se eleva a veintiuno, destacando la
incorporación de uno de origen animal (las lombrices)
y otro de origen mineral (el Bolo Arménico). Este
autor lo cita
como Bálsamo o Aceite verde de Aparicio
en
su
Palestra Pharmaceutica Chimico-Galenica
, editada en
1706 y dice de él <<
que es muy bueno para consolidar
cualquier suerte de heridas
>> y nos muestra cómo
emplearlo:“Se aplica encima o se echa dentro, quando
la herida es profunda, lavando antes la llaga con vino
caliente, se unta el rededor de ella, juntando bien y
uniendo la carne y poniendo encima muchos paños y
ligándola para que se mantenga en este estado”, a lo
que ya se adelantó Cervantes al decir que <<
Altisidora
le puso vendas por todo lo herido
>>.
Es, en efecto, una preparación vulneraria que, por su
acción cicatrizante se utilizaba para curar antiguas o
recientes heridas y úlceras, de uso y fama tales que ha
estado presente en la Farmacopea Española hasta su
Quinta Edición de 1865.
Por ello, Cervantes no dudó ni un momento, costase lo
que costara, en aplicarlo al acribado rostro de su héroe.
¿Y qué mejor “agente aplicador” que las blanquísimas
manos de Altisidora?...
27
Pliegos de Rebotica
´2015
Hipérico
Valeriana
Cardo bendito, cardo mariano
1...,17,18,19,20,21,22,23,24,25,26 28,29,30,31,32,33,34,35,36,37,...52
Powered by FlippingBook