Revista Farmacéuticos - Nº 119 - Octubre-Diciembre 2014 - page 38

“En absoluto”. Contestó el ponente
de la idea. “Muy al contrario, lo que
digo es que debemos reconocer
que está en
nuestra
naturaleza obrar
como lo han
hecho los
elegidos”.
“Lo dicho”. Contestó
el interlocutor. “Si según
tú esa es nuestra naturaleza no hay modo de
controlar la corrupción del elegido. ¿Qué
propones?”
Sencillamente aceptar que siendo así
nuestra naturaleza no es posible creer
en las promesas de quienes quieren el
poder, por tanto en vez de elegir a
los más prometedores
deberíamos elegir a quienes
manifiesten sus métodos de
gobierno de un modo claro.
También digo que si es
concedido el poder no puede
serlo en impunidad, de modo
que de cada grano malversado
del granero común, el elegido
debería reponer diez.Y que si tal cosa
no fuera posible la asamblea debería
pensar en el destierro de quien malverse sus
riquezas.”
Entonces todos aplaudieron, se entusiasmaron,
por fin habían alcanzado alguna conclusión, el
elegido no era un igual y por tanto su conducta
debía atenerse a un reglamento especial.
Uno de entre todos tomó la palabra para
ofrecer el puesto al habitante del bosque. Con
un gesto de sus manos hizo callar el
entusiasmo del grupo y cuando se hubo hecho
el silencio se dirigió a ellos en estos términos.
“Soy honrado y me gusta serlo de modo que
declino la oferta.Y vosotros sabiendo como
sabéis que me he educado entre lobos no
pongáis a mi disposición un
rebaño porque seguramente
encontraré el modo de
devorarlos, espero que sepáis
elegir con mayor tino la
próxima vez”.
Después se marchó y tras unos minutos,
el grupo volvió a debatir el alcance de
las medidas a tomar.
El otro se fue sin contar sus pasos,
todos le parecían cortos movidos
por el deseo de encontrar de nuevo a su
manada.
FABULA
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