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igual que sus hermanos, desaprovechado. Podíamos
repetir, una vez más, que es frecuente que se cum-
pla el dicho popular de que:
cuando hay toros no hay
toreros y cuando hay toreros no hay toros
.
Reitero la importancia de que los encastes minori-
tarios tuvieran su oportunidad. Es deseable que es-
to se repita. No me canso de manifestar que la
esencia y fundamento de nuestra “Fiesta” es el to-
ro, en torno al cual gira todo el espectáculo, y he-
mos de huir del monoencaste, en el convencimien-
to de que la mayoría de
los matadores escogen
toros que le permitan más
lucimiento, o faenas más
artísticas, toros que el afi-
cionado solemos identifi-
car como de procedencia
Domecq, sin que ello su-
ponga el reconocimiento
de la dificultad intrínseca
y que el comportamiento
de un astado depende, en
principio, del encaste, y en
cualquier caso a cada to-
ro ha de dársele su lidia.,
aun a sabiendas de ser
reiterativa, manifiesto que el arte de la tauroma-
quia gira en torno al TORO, toro íntegro, sin el cual
la emoción es inexistente.
Ahora se inicia una nueva etapa, no de descanso si-
no de preparación, de llevar el pensamiento al in-
finito, haciendo míos los versos que J. Ramón Jimé-
nez dedica al otoño:
Esparce octubre, al blando movimiento del sur, las ho-
jas áureas y las rojas, y, en la caída clara de sus ho-
jas, se lleva al infinito el
pensamiento.
Es tiempo pues para que
los distintos estamentos
implicados: ganaderos,
empresarios, apodera-
dos, matadores, peñas
taurinas, aficionados etc.
trabajemos en la espe-
ranza de que al inicio de
la nueva temporada en
España, generalmente en
febrero con la feria de
Valdemorillo, lo onírico
se haga realidad.
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DESDE EL CALLEJON