Revista Farmacéuticos - Nº 119 - Octubre-Diciembre 2014 - page 37

S
S
iendo tantos,
pronto se
necesitó alguien que
administrara la
convivencia, uno de entre
todos cuya especial disposición y sabiduría
garantizara el orden.
Decidieron juntarse en suma asamblea y elegir.
De entre todos eligieron a aquél cuya fama se
correspondía con la de alguien honesto,
trabajador y buen gestor de sus propios
recursos. Los demás, una vez hecha la elección
se desentendieron del asunto. Pronto notaron
que su elegido comenzaba a vivir de un modo
diferente a como lo había hecho hasta
entonces, habían surgido nuevos amigos, su
semblante había cambiado evidenciando cierta
altanería, sus costumbres también, ya no se
levantaba al alba, ya no recolectaba y sin
embargo sus carnes iban en aumento. Pronto
se dieron cuenta de que el elegido estaba
malversando los recursos de todos y
decidieron volver a reunir la asamblea para
revocar el mandato y otorgarle a otro la
responsabilidad.
La segunda asamblea nada tuvo que ver con la
primera, ahora muchos se ofrecían para el
cargo, no fue necesario indagar sino
simplemente seguir las promesas de cada uno
hasta encontrar aquél que mejor y más
prometía.
En breve se observó que el nuevo elegido
había seguido los pasos del anterior, así que,
nuevamente, lo cambiaron por otro aún más
prometedor.
Uno tras otro se sucedieron los elegidos, cada
vez era más difícil cambiarlos no por su
capacidad sino por las alianzas establecidas
con los asamblearios.
Entonces, los más ancianos se reunieron al
margen de la asamblea con el fin de entender
lo que sucedía al elegido
tras encontrar el cargo.
Debatieron acerca de los
cambios observados,
pensaron en la
inconveniencia de su método, otros
intentaron encontrar causas ajenas a él,
incluso hubo quien consideró el hecho como
inevitable y que por tanto debía tenerse por
un coste de la gestión. Tras mucho debate, casi
alcanzada la madrugada nada se había resuelto,
víctimas ya del cansancio los reunidos en
grupo dejaban largos silencios en sus
intervenciones, entonces, uno de ellos, uno a
quien todos tenían por tosco debido a sus
largas temporadas emboscado con sus
animales tomó la palabra:
“Es natural que el lobo cace y coma de su
presa, es natural que prefiera compartir su
caza con su propia familia y natural es que
disimule sus ventajas para no compartirlas”.
Después se hizo un silencio. Hasta que una
voz de entre todos increpó: “No somos
lobos, nada tienen que ver con nosotros”.
El del bosque contestó:
“Ciertamente no los somos, pero
también sentimos el
hambre, también
necesitamos atesorar la
caza para proveernos de
seguridad y desde luego
que también preferimos
compartir el pan con los
propios en vez de con
ajenos”.
Otro del grupo, con voz
más reverente que el
anterior replicó: ¿Quiere
eso decir que no hay
modo de subsanar la
situación, que siempre
seremos víctimas de
nuestra propia naturaleza?
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Javier Arnaiz
Pliegos de Rebotica
´2014
FABULA
Corrupción
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