 
          G
        
        
          G
        
        
          eorge Orwell era
        
        
          anarquista. Una
        
        
          hebra
        
        
          deshilachada en el
        
        
          ámbito literario
        
        
          habitualmente conservador y
        
        
          oscuro en la Inglaterra de la
        
        
          primera mitad del siglo XX. La
        
        
          decadencia del Imperio
        
        
          probablemente imponía ese
        
        
          tipo de sombras.
        
        
          Sus libros siguen siendo
        
        
          discutidos y, en muchos casos,
        
        
          rechazados por la
        
        
          oficialidad lingüística. Es la
        
        
          crítica lógica si el escritor
        
        
          resulta incómodo y su
        
        
          narrativa cuenta con un
        
        
          alto porcentaje de
        
        
          verosimilitud.
        
        
          Su
        
        
          
            Rebelión en la granja
          
        
        
          y
        
        
          el profético
        
        
          
            1984
          
        
        
          han sido
        
        
          denostados de forma
        
        
          inmisericorde y, sin
        
        
          embargo, son lecturas
        
        
          frecuentadas y bien
        
        
          valoradas fuera de los círculos que tratan de
        
        
          obviar a los pensadores que no redactan de
        
        
          acuerdo con ideas o directrices preconcebidas.
        
        
          Digamos que Orwell se situó siempre fuera de lo
        
        
          políticamente correcto y todavía hoy hay quien
        
        
          trata de recomendar su anulación como genio de
        
        
          las letras. Es esa especie de censura que se deriva
        
        
          de menospreciar a los que no piensan según los
        
        
          cánones del progresismo.
        
        
          
            Curioso viaje de novios
          
        
        
          Eric Blair –verdadero nombre de Orwell– llega a la
        
        
          Ciudad Condal a finales de diciembre de 1936 y lo
        
        
          hace acompañado por su mujer, de soltera Eileen
        
        
          O'Shaughnessy y desde junio de 1936 flamante
        
        
          señora Blair, simpática coincidencia con la señora
        
        
          del Primer Ministro británico en el cambio de
        
        
          centuria; ya se sabe como se las gastan por Europa
        
        
          con la pérdida del apellido de las damas al
        
        
          contraer matrimonio. Como es natural, nunca fue
        
        
          la señora Orwell y por eso no es fácil identificarla.
        
        
          Eric y Eileen se habían conocido en la primavera
        
        
          del 35 y solo seis meses después de la boda se
        
        
          desplazaban a España para que Orwell
        
        
          pudiera ver de primera mano lo que
        
        
          estaba aconteciendo en nuestra
        
        
          lamentable guerra civil. Ajetreado viaje
        
        
          de luna de miel, se podría pensar con
        
        
          la perspectiva que da el paso del
        
        
          tiempo.
        
        
          Eileen se queda en Barcelona en el
        
        
          hotel Continental y mientras, Orwell
        
        
          se desplaza hasta los aledaños de
        
        
          Huesca y participa en el frente como
        
        
          un soldado más de las filas
        
        
          gubernamentales para combatir el
        
        
          peligro que se cierne con las
        
        
          claras inclinaciones fascistas del
        
        
          bando nacional.
        
        
          Orwell termina por quedar
        
        
          desencantado de las luchas
        
        
          intestinas que sufren las tropas
        
        
          republicanas. Asiste en primera
        
        
          fila a los desgraciados incidentes
        
        
          que ponen Barcelona patas arriba
        
        
          en la primera semana de mayo
        
        
          de 1937. El Partido Obrero de
        
        
          Unificación Marxista (POUM) es
        
        
          el que más sintonía despierta en
        
        
          Orwell; sus raíces anarquistas parecen las más
        
        
          aproximadas a las de nuestro incipiente
        
        
          corresponsal. Las Ramblas, la plaza de Cataluña, el
        
        
          conocido cine Poliorama y otros enclaves como el
        
        
          edificio de la Telefónica o el Café Moka presencian
        
        
          barricadas, altercados y explosiones que van
        
        
          debilitando las fuerzas del ejército popular. Por
        
        
          cierto, el referido cine es el Teatre Catalá de la
        
        
          Comedia entre 1937 y 1939 pero el autor le sigue
        
        
          denominando por su nomenclatura popular. Hoy se
        
        
          puede visitar de nuevo porque desde 1982 ha
        
        
          reconvertido sus instalaciones en un teatro situado
        
        
          en la planta baja de la Real Academia de las
        
        
          Ciencias y las Artes.
        
        
          Detenciones sumarias y masivas, persecuciones
        
        
          brutales e indiscriminadas de los miembros del
        
        
          
            POUM
          
        
        
          culminan con una fuga digna de la mejor
        
        
          película protagonizada por Orwell y su mujer a
        
        
          través de Port Bou y en un desvencijado tren. El
        
        
          entusiasta soldado inglés que venía a sumar sus
        
        
          fuerzas para defender la revolución y la
        
        
          democracia no tiene otro remedio que huir
        
        
          porque figura en las listas de un partido pequeño
        
        
          48
        
        
          José Vélez García-Nieto
        
        
          ●
        
        
          Pliegos de Rebotica
        
        
          ´2014
        
        
          ●
        
        
          SOLES DE MEDIANOCHE
        
        
          Orwell y su pasión
        
        
          
            por España