Revista Farmacéuticos - Nº 119 - Octubre-Diciembre 2014 - page 33

se nota no solo por la expresión de la cara o por
otros gestos que delatan nuestro estado de ánimo.
También produce consecuencias inteligibles en
términos académicos, económicos o sanitarios:
mayor éxito en los estudios y en la promoción
laboral, mejores índices de salud y hasta una
mayor duración de la vida. En este sentido, un
curioso estudio sociológico realizado en Estados
Unidos mostró que la felicidad se asociaba a una
supervivencia media 12 años mayor, dentro de un
amplio colectivo de monjas católicas, cuando las
actitudes vitales en el momento de tomar los
hábitos eran claramente positivos –movidos por la
ilusión, la esperanza y el afán de darse a los
demás– frente a aquellas cuya motivación principal
era de aislamiento frente a un mundo que
consideraban agresivo, peligroso o rechazable en
general.
Decíamos antes que la felicidad es un
sentimiento inteligente, pero ¿somos listos porque
somos felices o somos felices porque somos
listos? Posiblemente, ambas cosas a la vez: somos
lo que somos porque pretendemos serlo; esa es la
diferencia fundamental con los animales (y con el
resto de seres vivos). Sin embargo, no busquemos
relaciones directamente proporcionales ni
fórmulas matemáticas para el éxito personal; por
ser felices no vamos a tener las mejores
calificaciones en los estudios, ni vamos a ser los
más ricos del pueblo.Tampoco por ser los más
listos ni los más ricos vamos a ser los más felices
(aunque a algunos no les convenza esto último);
ocurre lo mismo con el
éxito social
, que no es
sinónimo de valía personal y que muchas veces se
debe a la casualidad y es en muchos casos una
injusticia.
Las personas que expresan mayores cotas de
felicidad personal no son los que más riqueza
detentan, ni se trata de los que mayores méritos
académicos acumulan, aunque parece razonable
considerar que la felicidad ayuda a resistir y a
recuperarse, y por ello mejora las posibilidades de
promoción social y económica. Pero lo hace solo
hasta un determinado nivel, superado el cual la
promoción actúa como un lastre para la felicidad, al
obligar a sacrificar a algunos elementos (tiempo,
libertad, etc.) que forman parte constitutiva de la
propia felicidad.
A veces, identificamos el bienestar con la
felicidad. En realidad, el bienestar es solo una parte
de la felicidad, es su cara visible, la percepción
inmediata de nuestra felicidad.Y dentro ese
sentimiento subjetivo que es el bienestar, la
satisfacción con la vida se corresponde con el
componente cognitivo, el cómo las personas
evalúan la calidad de sus vidas de acuerdo a su
propio criterio. De hecho, parece existir una
interacción entre personalidad y percepción del
nivel de satisfacción
10
, con un doble enfoque, uno
como el resultado de un conjunto de experiencias
positivas, y otro como una disposición general de
la personalidad, que cumpliría una función
moderadora en la autopercepción del bienestar
psicológico. De esta manera, las personas más
optimistas están más satisfechas con su vida,
mientras que los más pesimistas tienden a
mostrarse más aislados y sumisas, presentando
menores niveles de satisfacción. En general, los
niveles más bajos de bienestar se asocian a una
predisposición a concentrarse en la propia
persona, más que en sus tareas de desarrollo. Por
el contrario, los más satisfechos son los que
expresan metas propias de su edad y etapa de
desarrollo. Ciertamente, hay mayor satisfacción
cuantos más objetivos se han alcanzado en la vida
y cuantos más se esperan lograr aún.
Sería absurdo negar que no hay mucha gente
tan altruista como para renunciar a todas las
ventajas económicas o a la posesión de objetos
valiosos, en beneficio del prójimo. En la medida
en que estas ventajas no se conviertan en fines
en sí mismos sino simples medios
circunstanciales, podremos mantener
relativamente intacto el ejercicio de nuestra
libertad. Pero para conseguirlo plenamente
necesitamos creer en algo, aspirar –aunque nos
quedemos en el intento– a conseguir un objetivo
vital que no esté sujeto a los vaivenes del
mercado, algo que no pueda comprarse o
venderse, o ser objeto de especulación
empresarial. Necesitamos trabajar con nuestros
afectos; nuestra libertad requiere metas no
sujetas a transacciones comerciales.
¿Qué sería del motor de la inteligencia relacional
sin la conducción de los afectos y de los valores?
Los monstruos autodestructivos de la razón y la
ausencia de objetivos éticos para la inteligencia han
alimentado múltiples disparates de formidable
trascendencia y atroces experimentos sociales que
han provocado manchas indelebles en la Historia de
la Humanidad.
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Pliegos de Rebotica
´2014
10 Diener E, Oishi S, Lucas RE.
Personality, culture, and subjetive well-being:
Emotional and cognitive evaluation of live.
Annu Rev Psychol.
2003; 54: 403-25.
1...,23,24,25,26,27,28,29,30,31,32 34,35,36,37,38,39,40,41,42,43,...52
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