Revista Farmacéuticos - Nº 119 - Octubre-Diciembre 2014 - page 21

humedad y frondoso por unas temperaturas
suaves como besos.
Una música suena. Es agradable y casi
romántica, pero yo preferiría escuchar la can-
ción del Rin o, mejor, el sístole de mi corazón al
ritmo de sus aguas.
Pero, ¿qué es el Rin? O, mejor, ¿quién es el Rin?
¿Es un simple paisaje, un camino de agua, un ser
inerte?
El Rin, proclamémoslo, es un ser vivo que nace,
crece, se reproduce y muere. Es un ser con una
vitalidad máxima en las células y tejidos de sus
aguas que soportan la activi-dad incansable del
hombre(¿Cuántas toneladas de mercancías,
cuántos pasajeros surcarán a diario sus aguas?).
Es paciente con el transporte, es bello en sus
recodos, es tranquilo en su amplitud; surcado
por románticos cisnes y acogedor, quizá de
suspiros, en su vaivén calla-do y caminante.
Es, tal vez, un peregrino de agua que convierte
en peregrinos a los hombres que lo surcan y
que lo encauzan y que lo doman llegando a
convertirlo, esclusa tras esclusa, en un acuático
perrillo faldero.
¡El Rin! Canción de épicos castillos, asombro de
brujas escondidas, amor de amores que
reclaman el beso de la luna, la caricia del sol, el
paseo de los hombres, la música de Beethoven,
la imprenta de Gütenberg, la inteligencia de
Voltaire, el pensamiento de Eras-mo, la
irrenunciable construcción de Europa, la paz
imprescindible para todo ello. Paz de estrellas,
de aguas dulces, de orillas verdes. ¡Paz, paz, paz,
más allá de bárbaros de cual-quier nacionalidad
y época!
Paz de Dios en su obra de creación…: ¡El Rin!
Y en sus orillas, engarzadas como diamantes
esmeradísimamente tallados, las inolvi-dables
ciudades de Boppard y su silencio dominical;
Estrasburgo y sus cigüeñas prometi-das e
invisibles, pero con su europeísmo latente y
manifiesto; Colmar, capital de la feraz Alsacia;
Basilea y su símbolo: la espléndida catedral ;
Breisach, llave del “camino espa-ñol” durante la
Guerra de los Treinta años; Friburgo a la que se
asoma permanentemente la Selva Negra,
inmediata y serena; Maguncia: Gutenberg y su
imprenta y la arenisca rojiza de sus
edificaciones; Coblenza en la que confluyen en
bellísimo espigón el Rin y el Mosela y Colonia
con su gótico hecho oración, con su cofre de
los Reyes Magos y con un riquísi-mo Museo que
custodia la memoria de la presencia romana en
aquellas tierras.
A todas las besa el Rin, a todas las fertiliza, igual
que ha hecho con nuestro corazón y con
nuestra memoria que le guardará mientras viva.
(Hemos evitado hacer de este artículo una
mínima y siempre pobre guía de viajes, in-
tentando hacer llegar al lector la corriente
sentimental de sus aguas, porque el Rin, al me-
nos para mí, ha sido eso: un sentimiento…).
¿Y Loreley? Es un saliente rocoso que estrecha
el curso del río haciéndolo peligroso para la
navegación. Pero Loreley es un mito medieval,
una leyenda: Loreley es una sirena, una ninfa o
una ondina que atraía a los navegantes hasta
hacerlos naufragar. Hoy una esta-tua sedente de
ella preside el peligroso recodo y su leyenda se
sigue transmitiendo y refi-riendo para añadir, si
cabe, más magia al Rin.
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Pliegos de Rebotica
´2014
Düsseldorf
Loreley
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