Revista Farmacéuticos - Nº 116 - Enero-Marzo 2014 - page 23

y pimenteras en verano; repollos y lombardas en
invierno; perejil, hierbabuena y cilantros en los
huecos de los surcos todo el año– y un breve
jardín a base de tiestos, en el frente, eran su
edén enminiatura. La esquina con rosales
trepadores de rosas amarillas, que parecían
brillar más con el ocaso del día; las hortensias
azules y violetas en la zonamás umbría, al lado
de la puerta, humildes y poderosas en su
plenitud como guardianes anónimos; los
geranios- pelargonios rojos, blancos o rosados;
los llamados de hierro, con su banda oscura
festoneando el borde de las hojas; la rara
variedadmarta, de pétalos de dos colores-
ocupando cualquier hueco, dibujando banderas
imposibles. Yen lo alto de la pared, sujeto por
una amplia anilla de hierro, rozando su cabeza
pero sin alcanzarla nunca, tal vez como un
símbolo de que nunca lo necesitó, el amor de
hombre de largos tallos colgantes repletos de
verdes hojas, como una vanguardista cortina de
flecos.
✴✴✴✴✴✴✴
Yo la voy a ver casi todos losmeses. Cuando
diviso su casita toco el claxon seis veces -pi-pi,
pi-pi, pi-pi- como si latiera el corazón del coche.
La tata suelta los bolillos, pues aunque ve algo
peor, aún es dueña de susmanos, y avanza con
los brazos abiertos:
–¡Mi niña, vienemi niña!
Después, recostadas en el sofá, busco su pecho
y su latido. Sigue viva en nosotros la
complicidad de esamúsica rítmica que nos une
como un inalámbrico cordón umbilical, que
me serena yme seduce. Así abrazadas,
hablamos de todo: Mi trabajo, sus tomates,
mi marido, sus geranios, mis
hijos que no llegan, nuestro
mayor pesar...
Aveces me deja jugar –nunca
aprendí de verdad– con los
bolillos. Ella se ríe complaciente,
y luego viene a corregir mis
errores. El último otoño,
temerosa de su soledad y sus
años, le he regalado un teléfono
portátil.
-Mira tata, esto es unmóvil.
No necesitas cables, ni luz, ni
nada. Lo puedes llevar al
huerto o cuando vas a la
compra. Solomarcas el número, estés donde
estés, y hablas.Yo estaré al otro lado. ¿Ves?
Tengo uno igualito al tuyo. Si me necesitas
llámame.Yo también lo haré.
Sorprendentemente a tenor de lo que le costó
aceptar la fregona, MaríaAntonia ha recibido
con ilusión y ha integrado este nuevo elemento
modernista en su rutina. Nuncame llama, pero
yo lo hago todas las semanas y siempre contesta
con una rapidez tal que demuestra que el móvil
forma ya parte de su vida como en sumomento
ocurrió con el transistor: de día, en el bolsillo
de su amplio delantal; de noche en lamesilla
junto al viejo reloj despertador y al pié demi
foto, con su blanca lucecita intermitente y
continua, como una ofrenda en el altar profano
de su niña estéril.
✴✴✴✴✴✴✴
Estamañana he llamado a la tata, aunque aún no
había transcurrido una semana desde la última
vez que hablamos.Mi corazón desbordado por
una felicidad esperada y no conocida, necesitaba
al suyo.
–¡Tata, tata, voy a tener un niño!Al fin tendremos
un hijo. También será tuyo, tata. Tuyo y nuestro.
Pero tengomiedo. No se si sabré... ¿Querrás venir
a cuidarlo conmigo? ¿Querrás?
MaríaAntonia se ha quedadomuda, estremecida.
Sus entrañas se han revuelto, han despertado en
su vejezmilagrosamente fecundada, y ha
temblado,Yerma derrotada, embriagada de dicha
y plenitud.
- Tata, tata, ¿me escuchas?
MaríaAntonia ha bajado
lentamente el móvil desde su
oreja hasta su pecho, y lo ha
presionado con las dos manos sobre su
excitado corazón. Su latido ha llegado
ami a través del aire, de las ondas, del
espacio, con claridad y determinación,
diciéndomelo todo: su emoción
infinita, su generosidad ilimitada, su
entrega inconmensurable.
La tata con su genial inocencia, con su
amor infinito, ha respondido ami
pregunta con unmensaje, con un icono,
con un nuevo emoticono nunca inventado.
El más perfecto de todos: el latido de su
corazón.
P
de Rebotica
LIEGOS
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