Revista Pliegos de Rebotica - Nº 140 - Enero-Marzo 2020 - page 31

rendir tributo a la Virgen del Prado en su
basílica en una de las fiestas más antiguas, si no
la más, de cuantas tienen lugar en las tierras de
España.
Se entusiasma y emociona Fernando de Rojas al
caminar por el casco antiguo en el que vivió y
trabajó y ante nuestros ojos presenta los restos
de tres recintos amurallados, el primero de los
cuales tiene adosadas las torres albarranas que
nos mostró en el castillo de la Puebla.
Nos lleva a detenernos, como parando para
nosotros el tiempo ya parado para él, ante
Santiago de los Caballeros, Conventos de San
Agustín y San Jerónimo, iglesias de San
Prudencio, San Francisco y el Salvador, que nos
muestra su elegante ábside mudéjar del siglo
XIII y nos acerca hasta el de Santiago, del siglo
XIV. Baja hasta la Puerta de Zamora y toma la
dirección de la Cañada de Alfares, de evocador
nombre, pata alcanzar los Jardines de El Prado,
antesala de ese otro jardín de piedad y devoción
mariana que es la Basílica de Nuestra Señora del
Prado, verdadero núcleo espiritual de Talavera y
su comarca.
Pero se tiene que ir. No soporta ni entiende los
desaforados carruajes que transitan por las
calles, ni las prisas. Quiere hallar un convento en
la Trinidad y no divisa más que un edificio tan
alto que le recuerda a la Torre de Babel. Está
aturdido; confuso y aturdido. Quisiera habernos
llevado al barrio en el que situó la casa de
Celestina y nos hablará de todo lo que dijo
Pármeno líneas más arriba, pero destacando, con
un cierto orgullo “profesional” de hacía
hasta
agua de mayo que la mandaron a confeccionar
.
Pero Fernando de Rojas está perdido; ya no
conoce más de su Talavera y se queda
descansando en la sacristía de, para él, todavía
Ermita, en la que tantas veces depositó,
reverente y humilde, su bastón de Alcalde
Mayor.
El Tajo dibujó un meandro para abrazar
indeleblemente a Toledo y construyó para
Talavera una fértil terraza cuaternaria en la que
asentarla.Y así lo hace esta ciudad que crece y
crece como si fuera un aluvión más del río que
la besa. Ese mismo río que impregna sus arcillas
que luego, en sus hornos y en el corazón de sus
alfareros, nacerán bajo las formas mágicas de la
Cerámica de Talavera y que, terminando la visita,
podemos contemplar en el inigualable Museo
“Ruiz de Luna” y en ese mar de azulejos que
muestra su estático y bellísimo oleaje en los
muros de la Basílica.
Nos despedimos de Talavera, que nos regala las
mejores luces de su crepúsculo sobre el Tajo.
No quisiéramos pecar de ilusos, pero sobre el
puente de Santa Catalina, que todos llamamos
“viejo” o “romano”, nos parece ver que se
recorta la silueta de un hombre que eleva una
especie de bastón consistorial en señal de
saludo y que se apoya, cansado en una todavía
terne
puta vieja alcoholada
Silueta que, nuestra imaginación, recorta sobre
el nobilísimo perfil de Salamanca y nos muestra
el recoleto jardín de Calixto y Melibea. Allí
escribió su tragicomedia inmortal que hoy nos
hemos permitido mirar con nuestros ojos de
farmacéutico.
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Pliegos de Rebotica
2020
Panora
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mica de Talavera en cera
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mica de Talavera en cera
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