Revista Pliegos de Rebotica - Nº 140 - Enero-Marzo 2020 - page 27

Bienaventurados
aquellos que no están
atados a sus posesiones,
ni se identifican en ellas;
aquellos que hacen
del poder un medio
para la justicia, nunca
un fin sí mismo.
Cuando las
emociones anulan a la razón,
las personas se tornan
individualistas e introvertidas
extraviando su sociabilidad, eso que la evolución nos
proporcionó para convertirnos en humanos.
Tendemos a echar mano de soluciones
previamente fracasadas para enfrentarnos a
problemas nuevos; intentamos encontrar ficticios
ciclos donde en realidad solo hay desarrollo lineal.
Ninguna especie animal, salvo el hombre, aspira
a ser más de lo que es; si, como decía Aristóteles,
en la naturaleza nada se hace en vano, ¿por qué el
ser humano aspira a la esperanza y a la
trascendencia?
Que el Estado del bienestar sea el bienestar del
Estado es una afirmación que solo defienden las
minorías privilegiadas, miserablemente horrorizadas
ante la perspectiva de tener que compartir con los
demás una pequeña parte de su riqueza.
El contrato social en una democracia avanzada
consiste en desarrollar y mantener un Estado que
garantice efectivamente a cualquier ciudadano la
posibilidad de alcanzar una prosperidad material
acorde a sus méritos personales, así como la
prestación –igualmente efectiva– de los servicios
esenciales para toda la población –enseñanza,
sanidad, seguridad, pensiones, justicia, etc.– y la
preservación de la libertad individual y colectiva.
Afortunadamente, la ciencia es determinista. Si no
redujésemos hasta un umbral mínimo la
incertidumbre íntima de la realidad en la formulación
de las leyes científicas, la ciencia no pasaría de ser un
vago relato voluntarista; pero de ahí a considerar
que la realidad es un todo cerrado y absolutamente
determinado, hay un abismo conceptual.
La escritura y su subsiguiente lectura nos hacen
inevitablemente solidarios en todo aquello que
puede expresarse con palabras… que es mucho más
de lo que las palabras significan.
La falta de actitud colaboradora –las líneas rojas–
de algunos partidos políticos democráticos con
respecto a otros partidos igualmente democráticos
sustenta a los sempiternos detentadores de las
soluciones finales, lamentablemente presentes en el
ADN de la historia europea.
Los monstruos autodestructivos que expulsan
la ética de la razón están detrás de las numerosas
atrocidades producidas a lo largo de la historia
humana. Todas ellas provocadas por gente infeliz.
La firmeza de una idea define la solidez con que
soporta ser referida a todas las demás.
No hay que confundir el derecho a ser diferentes
con la aceptación de diferencias inexistentes.
La belleza no está en lo que vemos u oímos sino
en cómo lo experimentamos.Toda la belleza está
dentro de nosotros mismos.
¿Derecho natural? Como decía Simone de
Beauvoir, la naturaleza solo dice las frases que se le
dictan; el hombre escucha siempre su propia voz.
Un cientificismo a ultranza puede ser tan alienante
como la más vasta incultura.
La pobreza generalizada representa también la
muerte de la sociedad opulenta, la de una sociedad
con la conciencia anestesiada; es la miseria moral
de los que permitimos –por acción u omisión– que
esa situación se perpetúe en el tiempo y en el
espacio.
La auténtica moral cristiana se fundamenta en
que su máxima autoridad es la propia conciencia
de cada persona; como decía John Henry Newman,
la conciencia es el más genuino Vicario de Cristo.
El orgullo patológico nos lleva a separarnos de las
personas y de las situaciones que puedan
comprometerlo; nos hace modificar el ambiente,
cambiar costumbres y relaciones. Como sucede con
los tumores cancerosos con los tejidos circundantes, el
orgullo crea su propio entorno emocional para resistir
la acción de la conciencia ética.
Cuando el placer comienza a identificarse solo con
el confort, el electroencefalograma de nuestra vida
tiende a aplanarse.
Una red formada por billones de ecuaciones no
lineales en permanente cambio nos protege de la
ceguera voluntaria de aquellos científicos que
permanecen aferrados su rígida y restringida visión de
la realidad.
Somos poco conscientes de la interdependencia
social de todos con todos y de que la diversidad
enriquece todas las relaciones. Debemos mucho más a
la sociedad de lo que ella nos debe a cada uno de
nosotros.
Las sociedades
hipertecnológicas llevan en su
seno el germen del
totalitarismo, porque toda
tecnología aspira al control
total de la realidad personal
y social.
No hay yo sin tú.
Como dijo Martin Buber,
el hecho fundamental de la
existencia humana es el
hombre con el hombre.
Solo el avaro patológico y
el fanático totalitario defienden
que la economía está al margen
de la libertad.
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