Cuarto día
Dejamos atrás la Riviera Ligure di Levante y
atravesamos el canal de Córcega bordeando la Isla
de Capraia, rumbo a Civitavecchia.
Nos recibe el día con viento y frío en la región del
Lazio, provincia de Roma. La guía de turismo nos
habla de los etruscos como fundadores del pueblo,
mucho antes del imperio romano. El centro
histórico de la ciudad está bien conservado a pesar
de que muchos monumentos fueron destruidos en
la segunda guerra mundial. La catedral, las iglesias, la
muralla y la Fortaleza de Michelangelo son los más
apreciados por los turistas. Pasamos por las Termas
de Caracalla, el Coliseo, el Foro Romano y nos
quedamos en la Plaza del Vaticano. Allí nos
separamos en dos grupos; uno para los que no
conocen nada de Roma y otro para los que ya han
estado, como nosotros, que preferimos pasear por
el río Tiber hasta la hora de regresar al barco.
Esta noche hay que vestirse de gala porque nos recibe
el Capitán y vamos a la Ópera. Se va a dedicar un
espectáculo musical en honor a Lucciano Pavarotti,
recientemente fallecido, con la participación de un
renombrado tenor, una soprano y un barítono.
Quinto día
De madrugada ponemos rumbo a Palermo.Vamos a
recorrer otras 253 millas náuticas, pasando cerca de
la Isla de Elba y pasaremos a 9 millas de la Isla de
Montecristo. Navegaremos con ruta 159 sur hasta
llegar a visibilizar el Cabo Gallo, próximo al Golfo
de Palermo; y a lo lejos veremos la Isla de Sicilia.
Estamos impacientes por ver la Capilla Palatina. La
ciudad nos recibe con carromatos y coches de
caballos un tanto folklóricos, entre una caótica
circulación con atascos y bocinas a todo gas.
Descubrimos rincones sucios y palacios en mal
estado, abandonados y negros. Sin embargo, la
entrada a la Capilla te deja anonadado y sin habla.
Mosaicos, mármoles y pinturas en plata y oro en el
siglo XVI, en perfecto estado de restauración sobre
los restos de una mezquita árabe.
Ha empezado a llover con fuerza y la temperatura
ha descendido notablemente. Llegamos al barco
completamente calados, pero colmados de arte.
La noche se presenta agitada; el barco zozobra
ligeramente y no se puede ir a cubierta, ni asomarse
al exterior. Nos recomiendan ir al Casino, al cine o a
la sauna; pero nosotros nos vamos al camarote
directamente. El oleaje sobrepasa nuestra ventana y
estamos en el octavo piso. No quiero pensar, solo
quiero dormir.
Sexto día
Nuestro destino hoy es el puerto de La Goulette
(Túnez). Ha desaparecido todo rastro de tempestad
y el exotismo de la costa norte de África nos atrae
y nos cautiva. La arteria principal de la ciudad es la
avenida Habib Bourguiba que une la estación de tren
TGM hasta la Medina. El encanto de sus callejuelas
con los “souk” donde los comerciantes te incitan a
entrar en sus típicas tiendas de souvenirs para
turistas. Bajo el reinado de los almohades y los
hafsidas, desde el siglo XII y hasta el siglo XVI, Túnez
llegó a ser una de las ciudades más ricas e
importantes del mundo islámico.
Muchos lugares de Túnez, así como su Medina, han
sido declarados por la UNESCO Patrimonio de la
Humanidad por su riqueza arqueológica y por su
singularidad. Lo mejor de la visita fueron las
mezquitas, las escuelas coránicas, los mausoleos, los
mosaicos del Museo Bardo, las ruinas de Cartago, el
pueblo pintoresco de Sidi Bou Said y, desde luego,
las playas de arena blanca en Grammarth.
En el crucero nos esperan una sesión de jacuzzi al
aire libre, un concierto de violines y una cena de
gala como despedida.
Último día
El viaje de regreso a Barcelona es el más largo; son
490 millas náuticas a recorrer, pero se hace corto.
Aprovechamos las últimas horas para comprar un
puzzle de madera para construir una maqueta de
este maravilloso barco crucero y algunos obsequios
para la familia.
Dejamos atrás unos días inolvidables, llenos de
actividad y diversión, y nos despedimos de la amable
tripulación en lenguaje morse: 88 y 73
Al menos una vez en la vida hay que vivir esta
experiencia de recorrer la llamada “autopista del
mar”.
n
25
Pliegos de Rebotica
2020
