Revista Pliegos de Rebotica - Nº 140 - Enero-Marzo 2020 - page 19

voluminoso, chato y con manchas relucientes
en la calva, que interpreta música porteña al
fuelle de su acordeón; a la voz de los pañuelos
de papel a 50 centavos de euro; al lotero
ambulante de cuyo cuello cuelga un
cargamento de lotería que palpa cupón a
cupón, leyéndolo con los dedos; a esos y otros
habitantes del submundo rojo. Perdone, ¿la ha
visto por aquí? Su flequillo es como un aire
dorado donde habitan perfumes de hembra
nerviosa, indómita, de aura apabullante y como
acostumbrada a mandar; pero que quizá no
haya aprendido aún a controlar sus cabellos:
¿me sigue? Le sigue. El hombre deja de leer
cupones y yo dejo de hablar al constatar que
ni me ve a mí ni pudo verla a Ella. Mueve
afirmativamente la cabeza y la caña blanca de
ciego.Y afirma que sí, que me sigue y que tal
vez se haya topado con Ella alguna vez; aunque
no sea usuaria habitual de la L1.Y aún añadiría
que por el calor del color rubio que
desprende su melena es amiga de secárselo al
sol, para que la luz se le quede a vivir en el
cabello.
—Pero no hagas caso de las extravagantes
vibraciones de este ciego —una sonrisa
perfecta se le paró en los dientes, por encima
de la cara rota de viruela y unos ojos sin
mirada—. Al fin y al cabo, no ve.
Intoxicado de trenes, de estaciones, de
andenes rojos, sentado con el ángel de la
locura en un banco corrido del metro.Y Ella
en la fría luz de los fluorescentes, Ella en unos
vaqueros con cristales strass incrustados, Ella
oculta entre jóvenes con sudaderas de
algodón, calzón de camuflaje y página de
sucesos, Ella corriendo en las letras luminosas
de la marquesina de información, Ella en la
banda sonora de los frenos al entrar el tren en
la estación y en los acordes de un acordeón
porteño, Ella devorada por el agujero negro del
túnel.
Desconozco el tiempo que estuve sentado
junto al ángel de la locura. A lo lejos una pareja
de destellos naranjas y amarillos dibujan su
ruta y se aproximan y crecen como un par de
estrellas gemelas. El tren toma una curva
fuerte y oscura y un soplo de aire recorre el
andén al abrir las puertas.Y yo veo a una
desconocida subida a unos tacos altos, envuelta
en unos jeans bajo un blusón carísimo y pienso
en el amor y en todos sus milagros.Y la veo o
creo que la veo y enloquezco y pienso que
quizás el amor sea sólo eso: viajar y buscar. Un
hombre o una mujer o dos
hombres o dos mujeres que
viajan y se buscan. Una
desconocida o un
desconocido quizá, que de
repente se apea del
metropolitano, te sonríe un
segundo y desaparece para
siempre a lo lejos del andén,
entre un río rápido de
cabezas.
n
Línea 1.- sonrisas desconocidas
Finalista del IX Concurso El Laurel
Sant Feliu de Llobregat (Barcelona)
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