Revista Pliegos de Rebotica - Nº 140 - Enero-Marzo 2020 - page 9

fuego asesino. El sol mediterráneo se detenía un
instante mientras duraba el espejismo de mi fusión
amorosa con una bella napolitana, arrobado, herido
por la mirada de sus pupilas enamoradas, que
sembrando los dones de su gracia me mostraba el
camino hacia la felicidad. Pero la posesión de otro
ser es siempre imposible. La mujer siempre
ausente, deseada, imaginaria, se difuminaba para
quedarse en una sombra que lentamente se
desvanecía.
Pero la unión con el otro, que por unos momentos
deja de ser otro para trascender, para sacarte del
encierro y la condena de tu individualidad, es una
huída de la muerte que va creciendo dentro de ti,
silenciosa. Solo el dulce choque de la carne, su
fuego brillante, ilumina la penumbra, aleja el final.Yo
no quería renunciar al ideal, ser solo “
memoria de
una piedra sepultada entre ortigas
”, como cantó Luis
Cernuda.
Aunque la realidad siempre se impone, con su
espejo cruel que nos retrata, y nos expulsa de las
moradas de ignorancia en las que deseamos
habitar. La realidad vence al deseo que queda
disuelto en niebla
”, como dijo el gran poeta. Las
impalpables ensoñaciones no alumbran la opacidad
y nos encierran todavía más en la soledad
inviolable.
La inutilidad de las rutinas, de los ritos absurdos
diarios con que nos entretenemos, incluso la
voluptuosidad de las pequeñas infracciones, nos
conducen solo a la intrascendencia, recortando
nuestra figura, nuestra personalidad, en un fondo
de tinieblas. Reconociéndonos en las cosas
insignificantes de la vida, en lo efímero, nos
convertimos solo en una imagen, en una recreación
del pensamiento de otros. Sin concreción propia,
nuestras artimañas para sobrevivir son una
agitación para conseguir la calma, la calma que solo
es la aceptación del infortunio. En el reino de las
sombras, entre mortuorios fantasmas, vamos
buscando a nuestra Eurídice.
Es la ausencia de felicidad lo que alarga los días.
Los momentos vacíos se suman a otros, se
prolongan. La vida calla y los afectos que hemos
perdido estremecen nuestra soledad. El pasado
oculto que nos proporcionó el placer delicioso fue
solo brevedad ilusoria, limitada, extinguida. Solo la
poderosa alegría evidencia la dicha y vence a la
ansiedad, al miedo. El torbellino de pasiones
removidas, la atracción de un instante, no
sobreviven en la memoria, se apagan como
espíritus en la ruina del gran edificio del recuerdo.
Quisiéramos que fueran más persistentes, más
intensas en su debilidad, sin doblegarse con el paso
del tiempo a pesar de su inmaterialidad, que
adquirieran forma y solidez para volver a gozar de
su recuerdo.
Si muero sin darme cuenta, sin riesgo de lágrimas,
será mejor cuando las flores embalsamen las
noches de primavera, cuando los gritos de los
pájaros aumenten el silencio final, cuando la palidez
de mi frente busque el camino que yo había
perdido hacía mucho tiempo. La Parca, indolente,
altiva, concienzuda, desdeñará la parte más
profunda de mi vida, a las personas amadas y ya
desaparecidas, enviando al olvido para que se
desequen, todas mis sensaciones.
Pero la voluptuosidad de esperar a la muerte, de
comprender por fin su sentido, de revelar la belleza
oculta del momento del adiós, compensa el lado
oscuro de este envés de la vida que pisotea la
queja, que no tiene conmiseración ni
enternecimiento con el sufrimiento, como la gran
serpiente que silba antes de devorarte.
Pero el esplendor de la mano inmóvil que te
acaricia, del rostro aguzado que te mira con amor,
rememora el frescor transparente y frágil de los
días hermosos, del esplendor de la luz, de la alegría
de la carne, de las emociones que hicimos nuestras
y cuyo recuerdo durará eternamente.
El deseo de escapar de la cárcel inmóvil, del
caparazón de nuestro cuerpo a veces monstruoso,
de acceder a un mundo desconocido exterior que
no alcanzaremos jamás, que borre la mediocridad
cotidiana, en el que vibre el encanto del sueño y en
que las horas pasen límpidas, mágicas, queda segado
bruscamente por un amargo despertar. El
tormento estéril y delicioso del ideal, que agranda
el espíritu en espesor y en volumen, que produce
un flujo melódico que desvela la belleza oculta, es
solo una percepción endeble, el sueño vano de la
vida que mezcla deseo y desesperación.
Si la nostalgia es la tristeza que se hace más leve,
no nos la arrebatarán en la larga espera.
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