Revista Pliegos de Rebotica - Nº 140 - Enero-Marzo 2020 - page 15

atletismo que competía en los juegos escolares.
En su caso, al salto de longitud se le añadieron
las carreras de vallas, y a poco la jabalina, porque
el criterio de elección dependía de la profesora
de gimnasia que mandaba con formas y efectos
de general en plaza. El estadio de la Concepción
y el de Vallehermoso, dos mundos antagónicos,
fueron testigos de sus pobres resultados en
atletismo, deporte hacia el que no tenía vocación
alguna y se alejaba del tenis, su auténtico
referente.
La cosecha de la primavera del año 71 en tenis,
todavía en categoría infantil, había sido buena,
principalmente por ese título de campeona
infantil de Madrid del que tan orgullosa se sentía.
De ahí que María estuviera en el grupo de
jugadoras escogidas por la Federación Centro
para entrenar bajo la dirección de una australiana
afincada en España. Formar parte de esta nueva
aventura federativa, una vanguardia desconocida
hasta entonces, suponía un privilegio y una
extraordinaria novedad en el encorsetado
desarrollo del deporte por aquellos años, y
mucho más del femenino.
Sin embargo, los hechos demostraban
constantemente que lo que practicaran las
alumnas al margen de sus dominios no eran
asuntos de interés para el colegio. Por eso, la
consecución del permiso para acudir al
entrenamiento vespertino de la Federación
resultó ser el problema que ya se pronosticaba
nada más recibir la invitación. La deliberación de
las profesoras debió de ser una dura batalla a
juzgar por el resultado. A María sólo se le
permitió saltarse la asistencia los miércoles,
dedicados inicialmente al “esencial” empeño de
una hora de “Estudio” y una clase de “Hogar”.
Como era de esperar, tuvo que pagar un primer
peaje tras la comunicación del permiso. Se le
advirtió que tenía que agradecer a todas y cada
una de las profesoras la deferencia especial que
tenían con ella.
De poner el segundo peaje se ocupó meses más
tarde la inefable Carlota. Superados con buenas
notas los dos primeros trimestres, un día
sorprendió a María con una propuesta
singular:
–Te voy a incluir en el equipo de tenis
de mesa –le espetó al comienzo de
una de las clases de gimnasia.
-Pero es que no sé jugar a eso –se
defendió María inicialmente.
–Por supuesto que sí. Si sabes jugar al tenis,
sabes al pimpón; es lo mismo. Es una raqueta y
una pelota. Seguro que eres capaz de hacerlo.
El silencio de la adolescente que puso punto final
a aquella conversación fue interpretado por la
profesora como la confirmación de haber
impuesto su autoridad. Pasados unos días la
interpeló directamente para indicarle la fecha de
los partidos pero no encontró la respuesta que
buscaba.
–No voy a jugar al pimpón –mostró de nuevo
María su firmeza.
–Ya estás inscrita. Si lo digo yo, es que puedes.
No entiendo esa cabezonería. Si para ti es muy
fácil -continuó Carlota.
–No sé pegar con esa raqueta tan pequeña.
Porque si golpeo como lo hago normalmente la
bola se va a la pared de enfrente. No jugaré.
María cumplió su palabra y no llegó a participar
en aquellos partidos. Pasada Semana Santa
consiguió su primer título de campeona de
Madrid en categoría cadete pero sabía que, más
tarde o más temprano, tendría que
hacer frente a la venganza que sin duda
le reservaba la bruja.
A esas
alturas del
curso, a la asignatura solo
quedaba una parte de relieve. En recuerdo de la
fundadora, todos los años por mayo se preparaba
una tabla de gimnasia con movimientos
coordinados de brazos y piernas, bajo la
dirección artística de la profesora y los
acordes de una pieza musical con la
angelical madre Ramiro al piano.Y esa
era, precisamente, la ocasión que más
le gustaba a Carlota para mostrar su
supuesta plasticidad de movimientos.
Probablemente su mejor recuerdo de
la enseñanza insustancial recibida en la
Sección Femenina.
Sin llegar a parecerse mucho a Isadora
Duncan, María se defendía también en ello, no
15
Pliegos de Rebotica
2020
1...,5,6,7,8,9,10,11,12,13,14 16,17,18,19,20,21,22,23,24,25,...52
Powered by FlippingBook