Revista Farmacéuticos - Nº 137 - Abril / Junio 2019 - page 6

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a primavera es la estación más inquieta y más
inquietante.Todo nace con vehemencia, casi
sin leyes, como si ese nacer y crecer fuese el
único mandato.Y cuando digo “todo”, me
refiero tanto a la asombrosa belleza de la
floración de los jardines como a la inusitada presencia
los impertinentes insectos.Así pues, la primavera ¿es
buena o es mala?
Y el ser humano: ¿es bueno o es malo?
Difícil pregunta a la que se enfrentaron Confucio,
Rousseau, Heidelberg y el determinismo genético, por
mencionar algunos de los protagonistas que optaron
por defender lo uno o lo otro. Si nacemos buenos y
nos hacemos malos, o si nacemos malos y nos hacemos
buenos, es un oscuro objeto de controversia que
todavía no se ha llegado resolver definitivamente. Pero a
este respecto, yo creo que aquel que es capaz de cuidar
las plantas con amor, es una buena persona.
La afición por las flores y la huerta, el gusto por los
jardines y sus frutos, la laboriosidad indiscriminada
frente a las calas y los lirios o las judías verdes y los
tomates de secano, se acerca justicieramente al arte.
Hacer que una planta nazca, crezca, se reproduzca,
invada de luz y color los rincones más inhóspitos, los
ambientes más solitarios, los espacios más monótonos,
los lugares más rebosantes es una gran obra de
arte. Combinar la tonalidad con la forma, la
estructura con el continente, la vida con la aridez, el
aroma de la rosa con el de la hierbabuena puede
requerir el virtuosismo de un genio. El jardinero se
convierte casi, en un pequeño dios
doméstico de una mitología familiar tan
intemporal como transitoria.
El arte floral es a la vez intuitivo y
erudito. Una conjunción llena de
encanto. La humildad de la
madre naturaleza –que diría San
Francisco de Asís- se contagia
a su cuidador. Paciencia,
templanza, generosidad, son
virtudes propias del
jardinero y el hortelano,
que en las tardes de
nostalgia, tal vez musita poemas de Juan Ramón
Jiménez, mientras mira su vergel, la obra de sus
manos:
Y el corazón se le pierde,
doliente y embalsamado,
en la madreselva verde...
Y el corazón se le pierde...
Pero lo que son las cosas.A mi, que amo la belleza,
que la busco y me enamora; a mi que soy capaz de
estremecerme con una poesía, que puedo llorar
delante de un cuadro; a mi que se me pone la carne
de gallina con una dulce melodía, a mi… ¡se me
mueren las plantas!
A veces, sin darme cuenta, aparece una ilusión –casi
homeopática– que me lleva a hacer un nuevo intento.
Veo la hermosa simbiosis de la pared y la enredadera,
los brotes pujantes de los almendros callejeros, el
verde absoluto del césped recién regado, y me
pregunto ¿porqué no?
Y según las posibilidades de triunfo, voy seleccionado:
tal vez unas orquídeas, o mejor unas violetas africanas,
o una costilla de Adán, o una lengua de suegra, o un
ficus benjamina… o por lo menos unos geranios…
Pero de nuevo la realidad, más objetiva que cruel, me
demuestra que no estoy hecha para ese tipo de
amor.
Y es que, como
decíaWilly Bilder, "nobody is perfect".
Y absuelta por mi misma de todo pecado,
convencida y serena, solo me queda
aceptar mi limitación, resignarme,
y esperar, como el pobre que
pide limosna con
humildad y esperanza, a
que alguien me invite a
admirar el fulgor de su paraíso
escondido, el fruto de su jardín secreto, el lugar
recóndito donde el corazón se le pierde.
¿No creen?
Pues eso.
God Almighty first planted a garden.
And, indeed, it is the purest of human pleasures.
Dios todopoderoso plantó el primer jardín. Y este es,
en verdad, el más puro de los placeres humanos
.
Francis Baçon.
Aurora Guerra
Y el corazón
se me pierde
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