Revista Farmacéuticos - Nº 135 - Octubre-Diciembre 2018 - page 35

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omenzaba el nuevo año 1918, y
aunque el pueblo de La Adrada no
estaba asolado por las penurias
que aquejaban a los habitantes del
resto de Europa, inmersos en lo
que sería el último año de la Primera Guerra
Mundial, donde los productos químicos eran
usados como armas de guerra, capaces de
generar mortandades fuera de lo imaginable, un
hombre de poco más de 30 años pensaba que
no había en el mundo nadie que sufriese más
que él. Andaba lentamente. Eran poco más de
las nueve de la mañana y arrastraba sus pasos
hacia la botica en la que ejercía su oficio.
Llovía. La verdad es que frío, frío, no hacía, pese
a estar en plena provincia de Ávila. Eso sí, la
lluvia intensa empapaba todo lo que había bajo
el cielo. En el bolsillo del pantalón notaba la
gran llave de hierro forjado que abría la nudosa
puerta de madera de la farmacia. Costaba girar
la vieja cerradura, pero al cerrar la puerta,
pudo deshacerse de la gruesa capa que le
cubría, y encender la estufa para caldear la
habitación, antes de que acudiesen los
parroquianos a demandar sus pócimas y
remedios.
Y estaba triste nuestro buen amigo. No era el
tipo de vida que había imaginado. Si a principios
de siglo se había decantado por estudiar la
carrera de Farmacia, primero en Valladolid, y
luego en Madrid, era por escapar de la presión
paterna, de conocer otros ambientes que
estuviesen más alineados con sus ideas
modernas, con los ambientes literarios, de
artistas, del teatro, con todos aquellos
creadores de auténticas obras de arte,
plasmadas en textos, obras interpretadas a la
luz de las velas, o sobre lienzos de vivos
colores.Y entre todas las carreras, Farmacia
era la de duración más breve. Eso le atraía.
Pero por su sangre no corría la pasión por los
morteros o las píldoras, por las retortas o por
las espiroquetas, aunque
usase alguna de estas
palabras en alguno de sus
poemas. Tenía sangre de
artista.
Encendió la lamparita
encima de la mesa de la
rebotica. Tenía preparado
en un extremo, una nota
manuscrita para realizar
unos sobrecitos de
permanganato potásico,
para el señor Alcalde del
pueblo, así como todo el
utillaje necesario para tal
efecto: papeles, albarelo
con el permanganato, una
balanza de precisión de
dos brazos, con su
conjunto de pesas
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Pliegos de Rebotica
2018
Juan Jorge Poveda Álvarez
Los herederos de
León Felipe
Pedro Malo
Enrique Granda
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