Revista Farmacéuticos - Nº 135 - Octubre-Diciembre 2018 - page 45

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José Félix Olalla
Pliegos de Rebotica
2018
LIBROS
Raúl Guerra Garrido
Ipso Ediciones Pamplona 2018 88 páginas
E
l morroi era un criado del tiempo del
mayorazgo, bien integrado en la familia en la
que servía y la presencia china no era tan
exótica entonces en el País Vasco como puede
parecer a primera vista. Raúl Guerra la utiliza
como pie para escribir un ensayo sobre Pío Baroja,
dentro de una colección original y meritoria
emprendida por el editor Joaquín Ciáurriz y que se
agrupa precisamente bajo el título de
Baroja y yo
.
Así que esta circunstancia nos da ocasión una vez
más para escuchar la voz estimulante y llena de
sugerencias del presidente de los farmacéuticos de
letras y artes a quien, desde luego, no es necesario
presentar en las páginas de Pliegos de Rebotica
que él mismo vio nacer en los años setenta.Y la
primera posibilidad que su nuevo texto procura es
la de volver a alguna novela del escritor
donostiarra de la llamada Generación del 98,
aunque su memoria haya tenido que soportar
últimamente críticas adversas, ceñidas esta vez
solo a su peculiar literatura.
Las novelas de don Pío ocupaban un buen espacio
en la biblioteca familiar de los Guerra y
los pilotos
de altura
se convirtieron en el primer encuentro
con dos marineros, traficantes de esclavos,
llamados Embil y Chimista que luego serían
seguidos por un sinfín de hombres de acción y de
hombres inquietos. Aquel adolescente que fue Raúl
ya se había topado antes con Salgari, con Moby
Dick y con la vertiente marina de Julio Verne pero
a partir de aquel libro comenzaba una relación
duradera con Baroja. Tras una larga estela de
lector y escritor esta publicación resulta el mejor
ámbito para hacérnosla conocer.
El escritor y el personaje son uno y son dos. Se
conservan varias fotos, y al menos una estatua, de
los paseos por el parque del Retiro. Allí está don
Pío Baroja, un tanto melancólico tocado por su
boina. Raúl Guerra pudo haberle conocido pero
no encontró una ocasión suficientemente propicia.
Años más tarde sí que entabló amistad con Julio
Caro Baroja con el que compartió tertulias en el
Ateneo de Madrid y el recuerdo todavía amargo
pero ya indoloro de haberse visto excluidos, por
quien debiera ampararlos, de una colección de
libros de autores vascos contemporáneos
traducidos al inglés.
Ya se sabe que el juego erudito es muy del agrado
de Guerra Garrido. Con frecuencia le vemos
navegar en su mesa por varios tableros y en uno
de ellos reaparecerá Julio Laso Barriola, el
enigmático escritor imaginado y ahora desvelado
en su inédita
Breve historia de Eibain
. Se aclara
finalmente su vinculación fónica con el autor de
El
laberinto vasco
y ellos, los Baroja, cobran una deuda
de gratitud.
Desmonta Raúl la crítica referida a la presunta
despersonalización de los actores secundarios de
Pío Baroja a los que se califica de meros testigos o
simplemente de figurantes. Frente a un estilo
considerado corto e incluso pobre, Raúl insiste en
la vitalidad narrativa que lleva a las historias hacia
una progresión constante. Cada episodio, cada
anécdota contribuirá a la creación de un mundo
propio, con frecuencia sombrío, beligerante
siempre.
Para terminar se acerca a la tesis del joven médico
y novelista. En la imprenta madrileña de Diego
Pacheco Latorre se publicó en 1896 “El dolor;
estudio de psicofísica”. Con su defensa obtuvo el
grado de doctor y a los ojos de hoy parece antes
una lección magistral que una verdadera tesis
académica puesto que no va acompañada por
datos de laboratorio o investigación clínica alguna.
Es significativa de la postura de un hombre ante la
vida y de una cierta tendencia a la abstención en
caso de duda que todavía daña el prestigio del que
fuera gran narrador de un tiempo real y a la vez
imaginario.
Un
morroi
chino con un higo en la coleta
1...,35,36,37,38,39,40,41,42,43,44 46,47,48,49,50,51,52
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