Revista Farmacéuticos - Nº 135 - Octubre-Diciembre 2018 - page 24

pueblos de España. De este trasiego de
un sitio a otro, escribirá en los últimos
años de su vida (
Escuela
):“Anduve...
anduve... anduve/ descalzo muchas
veces,/ bajo la lluvia y sin albergue.../
solitario./ Y también en el carro
itinerante/ más humilde de la farándula
española./ Así recorrí España”.
En una de sus estancias en Madrid es
denunciado, arrestado y trasladado a
Santander, en donde se le juzga y
condena a veinte meses y tres semanas
de prisión, que cumple en la lóbrega y
vieja prisión de Santa María Egipciaca.
No obstante, los largos días de la cárcel
le permiten leer
El Quijote
y descubrir
los innumerables tesoros de la obra cervantina, entre otros
este consejo para caminantes y viajeros:“El ver mucho y
leer mucho aviva el ingenio de los hombres”.Al mismo
tiempo, es durante este viaje interior durante el cautiverio
cuando se le despierta definitivamente su vocación poética.
Al salir de la cárcel, trata de dejar atrás el “oscuro trance”
de su biografía e inicia una nueva aventura farmacéutica,
esta vez en la villa vizcaína de Balmaseda, que se le aparece
como posibilidad de encauzar su vida. Pero su periplo
farmacéutico por las tierras del País Vasco tampoco será
duradero. En el verano de 1918 conoce a Irene Lámbarri,
una jovencísima peruana de ascendencia vizcaína, y se
enamora perdidamente de ella, enfrentándose con la familia
de la joven, que, ante el cariz que toman los
acontecimientos, decide enviarla de regreso a Lima, vía
Barcelona. Felipe no está dispuesto a dar por finalizado el
romance: renuncia al cargo de farmacéutico titular, liquida la
farmacia y se marcha a Barcelona, tras los pasos de la
muchacha de ojos azules y transparentes. Mientras duró,
fue un amor romántico y hermoso, pero, en el fondo, tan
solo fue “un dibujo en la arena que dispersan el agua, el
viento y las huellas”.
Regresa a Madrid sin trabajo y sin dinero. Malvive de la
bohemia y trata de buscar en la poesía el camino que no
había sabido encontrar entre las fórmulas de específicos, ni
tampoco sobre las tablas de los escenarios:“He dormido
en el estiércol de las cuadras, en los bancos municipales,/
he recostado mi cabeza en la soga de los mendigos/ y me
ha dado limosna —Dios se lo pague—/ una prostituta
callejera...”. Después de un tiempo de andar errabundo, en
“días de veinticuatro noches”, por calles y parques, por
iglesias y garitos, recurre otra vez a su título de
farmacéutico y consigue regentar, por breves periodos de
tiempo, distintas farmacias en pueblos de Toledo
(Villaluenga de la Sagra), Ávila (Piedralaves y Arenas de San
Pedro) y Guadalajara (Almonacid de Zorita), lo que le
permite solucionar en parte sus problemas económicos
(“soy un paria que apenas tiene una capa”) y vivir el resto
del año en una modesta pensión madrileña: “Ahora de
pueblo en pueblo/ errando por la vida,/ luego de mundo en
mundo, errando por el cielo/ lo mismo que esa estrella
fugitiva…/ ¿Después?... Después…/ ya lo
dirá esa estrella misma,/ esa estrella romera/
que es la mía,/ esa estrella que corre por el
cielo sin albergue/ como yo por la vida”. Se
siente solo y sin saber muy bien cuál es el
camino a seguir:“Yo no sé cómo soy…/ y
no sé lo qué quiero…/ y no sé a dónde voy/
cambiando, inquieto, siempre de sendero…/
Algo espero, sí, pero…/ ¡No sé tampoco lo
que espero!”.
En Almonacid de Zorita encuentra un
pueblo alcarreño,“claro y hospitalario”, de
“gentes generosas y amables” y un sol…,
“Ese sol de España que no he vuelto a
encontrar en ninguna parte del mundo”.
Este período fue corto, pero no resultó en
modo alguno “un tiempo de posada y prestado”, ya que
resultó decisivo en la vida de Felipe Camino y en el
protoser
de León Felipe, pues no en balde se ha llegado a
decir que “a Almonacid llegó el farmacéutico y, de allí, salió
el poeta”. Como él mismo detalla en el poema ¡
Qué
lástima
!, en una casa, que da a una calle muy amplia, se
encierra y termina de escribir,“junto a una ventana, en una
mesa de pino y sobre una silla de paja”,
Versos y oraciones
del caminante
, donde confluyen sus grandes temas (la
soledad, el camino, el destino) en una búsqueda tanto de sí
mismo (no un retrato) como de la creación literaria (al
margen de los formalismos y la estética del momento). En
la calma de Almonacid su espíritu parece serenarse y la
soledad le permite desplegar las alas de su poesía, en la que
puede apreciarse una cierta indiferencia hacia donde pueda
llevarle su propio andar, en la confianza del quehacer del
viento:“–No andes errante/ y busca tu camino…/–
Dejadme…/ ya vendrá un viento fuerte que me lleve a mi
sitio”.
Felipe se despoja de sus apellidos y añade al nombre de
pila, el del santo del día de su nacimiento, San León Magno,
tratando de encontrar en la fuerza del león, su propia
fuerza interior, su “
entheos
”.Acaba de venir al mundo, a los
35 años de edad, León-felipe,“un nombre con el que
recorrer la historia y el planeta”, con el que “todo sea
contemporáneo y familiar”, un nombre con el que
construir, a través de la poesía, una realidad más digna.
León Felipe,“un nombre por el que puedan llamarle los
pájaros, los árboles, las piedras…”, aunque en realidad no
sea más que “un mote, un apodo, un remoquete”. De
acuerdo con Leopoldo de Luis,“de su nombre civil
desaparece el camino, porque ya no lo necesita, porque él
se ha hecho camino y va a ser perpetuamente caminante”.
A partir de este momento, el hombre y el poeta irán
indisolublemente unidos por esos mares y caminos de
Dios hasta que la muerte tampoco les separe:“En mi casa
duerme el hombre en la misma cama que el poeta y los
dos comen con la misma cuchara”.
Enrique Díez Canedo lee sus poemas desnudos y rebeldes
y da a conocer algunos de ellos en la revista
España
, al
tiempo que propicia su lectura en el Ateneo madrileño, en
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Pliegos de Rebotica
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