del yo” y permite contemplar la geografía humana desde la
superficie de la piel hasta el fondo mismo del alma, en cuyo
último recodo se encuentra el corazón, al decir de Ramón
Gómez de la Serna.
Por otra parte, León Felipe no es un viajero al modo de
Ulises, sino al de un peregrino que se desplaza entre dos
mundos, el terrenal y el celestial, hacia la definitiva morada
eterna. Desde el punto de vista del peregrinaje, la
existencia humana se vislumbra como el camino físico que
se recorre de un lugar a otro con un objetivo
más o menos material –desplazamiento
horizontal–, pero también como el
movimiento personal que se hace con
una finalidad espiritual –desplazamiento
vertical– (el viaje va “de la arcilla a la
luz”).Ambos caminos se dan en el poeta
trashumante, que no solo había
aprendido en los Libros Sagrados que el
destino del hombre es andar, sino que
había escuchado a Miguel de Cervantes
decir que “la mejor posada es el
camino”, y prestada atención al consejo
que su amigo Antonio Machado daba al
romero:“para ir a Roma, lo que importa
es caminar”. De acuerdo con José
Paulino, León Felipe es “el viajero que no
tiene un espacio y un lugar propios, sino
que recorre todos los espacios: pueblos, estaciones,
estrellas, con una esperanza: llegar a identificarse con el
viento traspasado por la luz”.
Una atenta lectura a su modo de ir redactando la vida a
través de los
Versos y oraciones del caminante
, nos revela su
singular interpretación del peregrinaje. En el primer
prologuillo ya encontramos esta declaración:“Nadie fue
ayer,/ ni va hoy,/ ni irá mañana/ hacia Dios/ por este mismo
camino/ que yo voy./ Para cada hombre guarda/ un rayo
nuevo de luz el sol…/ y un camino virgen/ Dios”, mientras
que en el poema
Como tú
compara su vida como la de una
piedra aventurera, pequeña y ligera, como un canto
rodante, un guijarro humilde de las carreteras. Sin embargo,
será en el poema
Romero solo…
donde el poeta reclame
más claramente la aventura peregrina:“Ser en la vida/
romero,/ romero solo que cruza/ siempre por caminos
nuevos;/ ser en la vida/ romero,/ sin más oficio, sin otro
nombre/ y sin pueblo…/ ser en la vida/ romero…
romero… solo romero./ Que no hagan callo las cosas/ ni
en el alma ni en el cuerpo…/ pasar por todo una vez,/ una
vez solo y ligero, ligero, siempre ligero”.
Asimismo, el poemario permite hallar interesantes detalles
del periplo vital que el poeta resume en su epístola a
Gerardo Diego, con motivo de su inclusión en la
Antología
de poetas españoles.Así, en el poema titulado
Qué lástima
,
confiesa:“¡Qué lástima/ que yo no tenga comarca,/ patria
chica, tierra provinciana!/ Debí nacer en la entraña/ de la
estepa castellana/ y fui a nacer en un pueblo del que no
recuerdo nada./ Pasé los días azules de mi infancia en
Salamanca,/ y mi juventud, una juventud sombría, en la
Montaña./ Después... ya no he vuelto a echar el ancla,/ y
ninguna de estas tierras me levanta/ ni me exalta/ para
poder cantar siempre en la misma tonada/ al mismo río
que pasa/ rodando las mismas aguas,/ al mismo cielo, al
mismo campo y en la misma casa”. El pueblo del que no
tiene memoria es Tábara, en la provincia de Zamora, y el
pueblo donde nació al recuerdo es Sequeros, en la
tierra candelaria de Salamanca. Una nueva mudanza
familiar trastoca los días azules de la infancia por
los días grises de su adolescencia y primera
juventud, vividos en Santander, entre la montaña y
el mar.
Con el cambio de siglo, Felipe deja Santander
para estudiar la carrera de Farmacia. El primer
año lo cursará enValladolid y el resto de la carrera
la realizará en Madrid, su destino soñado desde que,
a los 16 años, descubriera su vocación por el teatro, la
única que parecía motivarle. En la capital de España,
asiste a cuantas funciones ofertaba la escena
madrileña, devora, más que lee, las obras
completas deWilliam Shakespeare y participa en
representaciones teatrales de grupos de
aficionados.Además, se convierte en un asiduo visitante al
Museo del Prado, donde disfruta especialmente de las
pinturas deVelázquez, Murillo y Goya, algunas de las cuales
encontrarían, con el tiempo, reflejo en su obra literaria, y
aprovecha cuanto puede las oportunidades de
divertimento nocturno que ofrece el Madrid de principios
de siglo. Presionado por la familia termina la carrera en
1905 y después, con la excusa de realizar el Doctorado,
permanece otros dos años más en la ciudad, a su aire:
carpe
diem, carpe noctem
.
Sin embargo, en 1907 se abre una nueva etapa en su vida,
que durará toda una década. Se trata de un periodo de su
biografía lleno de las más variadas peripecias, empezando
por la apertura de una elegante y singular farmacia
(“Camino G. de la Rosa”) en la calle San Francisco de
Santander mediante un préstamo de 10.000 pesetas que su
padre pide a un industrial y que él mismo avala.Aunque
muestra cierto interés en algunas tareas farmacéuticas y
disfruta con la creación de una “tertulia de rebotica”, su
incapacidad para los negocios y la nula gestión
administrativa de la farmacia, tras la muerte de su padre,
hacen que no pueda afrontar la deuda contraída
inicialmente, ni tampoco las que se le han ido añadiendo
por el camino y los juegos de una vida provinciana,
señoritinga y desordenada. Se ve obligado a trasladar la
botica a un local más modesto en la Plaza de la Esperanza,
que realmente se convierte en “plaza de la desesperación”.
Sin decir nada a nadie, echa el cierre y emprende una huida
que lo llevará a Barcelona. En la ciudad condal se enrola en
compañías de teatro itinerantes,“cómicos de la legua” de
mayor o menor fortuna, con las que recorrerá numerosos
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Pliegos de Rebotica
2018