Revista Farmacéuticos - Nº 135 - Octubre-Diciembre 2018 - page 22

E
E
l deseo de viajar es innato a la condición humana.
El ser humano es ante todo un “ser
viator
”. Para
conquistar la naturaleza humana, el hombre tuvo
que ponerse de pie y dar el primer paso. Luego,
cuando comenzó a preguntarse acerca de aquel
rostro que veía reflejado en el agua virgen de los lagos,
sintió el irrefrenable deseo de llegar hasta donde la
imaginación y su afán de conocimiento lo llevara. Si logró
salir de las lentas tinieblas de la animalidad fue, antes que
nada, por su aspiración a otra realidad, por echarse a andar
en busca de aquello que le hiciera comprender las
verdades del mundo y del hombre, por aventurarse en el
camino que habría de llevarle a cruzar sus propias
fronteras y acercarse a la alteridad. Se ha llegado a afirmar
que el Jardín del Edén no sería más que una fantasía atávica
y que Adán y Eva comieron el fruto del árbol prohibido no
por el anhelo de “ser como dioses”, sino por el afán de
conocimiento, el ansia de “ver mundo” y el empeño de ir a
los lugares para contarlo, para poder hacer una narración
de lo otro y dejar constancia del deseo de ser otro.
Por eso, no es de extrañar que el viaje se convierta en el
soporte de la literatura y que prácticamente todos los
caminos literarios conduzcan al viaje, la gran metáfora de la
vida. Según cuenta el escritor mexicano Fernando del Paso:
“El viaje, como imagen de la vida, y el viaje como aventura
de la imaginación, han sido dos constantes de nuestro
pensamiento. La vida es un viaje de la luz a la oscuridad y, al
mismo tiempo, de la oscuridad a la luz”.Y apostilla David
Le Breton:“Es el viaje el que nos hace y nos deshace, nos
inventa”.
La cultura occidental, surgida a principios de nuestra era
como una mezcla del concepto circular de tiempo,
característico de Grecia, y el concepto lineal de tiempo,
propio del cristianismo, adquiere su
identidad con la idea del viaje, que
implica movimiento, pero
también cambio: un hombre
sale de viaje y es otro el
que regresa o ya no
vuelve (Julio Camba). El escritor trata de dar
testimonio de cómo el viaje lo cambia a uno y lo enfrenta
con su propia esencia.Al mismo tiempo, al escribir, va
arrojando a las páginas en blanco nuevas migas de
conocimiento sobre el punto de partida, el lugar de
destino y, sobre todo, del propio camino que se va
haciendo al andar, el cual recomendaba Constantino
Cavafis que fuera rico en experiencias.
Pues bien, León Felipe tuvo desde la cuna que le mecieron
con cuentos una irresistible vocación andariega.Viajero por
tierras y mares, amante del tren como medio de
transporte, el sino errante del poeta parecía estar escrito
en su apellido paterno: Camino. Felipe Camino Galicia de la
Rosa. Él mismo, en una carta dirigida al poeta Gerardo
Diego en 1934, resume su andar durante su primer medio
siglo de vida:“Nací el 84 en un pueblo de Zamora; después
viví en la sierra de Salamanca hasta los nueve años.
Entonces me llevaron a Santander.Allí estudié primaria con
Don Quintín. ¡Dios le bendiga! Es el único maestro que
recuerdo con amor.Acabé el bachillerato en Santander y
estudié en las Universidades deValladolid y de Madrid. En
Madrid me licencié en Farmacia. De hombre ya, mi vida es
sucia y fea. Para borrarla, y un poco a la desesperada, me
fui a África. En el golfo de Guinea pasé cerca de tres años.
Después, haciendo una pequeña escala en España, me vine
a América, pasando por México, donde me casé, entré en
los Estados Unidos.Allí he vivido seis años. Cuatro en la
Universidad de Cornell como instructor de Español”.
La metáfora del viaje conduce la vida y la poesía aventada,
sin verbo raro ni palabra extraña, de León Felipe. No en
balde sus dos primeros libros llevan por títuloVersos y
oraciones del caminante, con objeto de dejar clara su
condición de andariego, siempre a la aventura de buscar su
destino. Sin embargo, León Felipe no es un viajero más, no
viaja de una forma cualquiera. En León Felipe el viaje es
siempre una salida al exterior y, por tanto, una manera de
ir hacia lo otro, hacia el otro (“Yo eres Tú
también”), de experimentar nuevas experiencias y
adquirir nuevos conocimientos, pero, al mismo tiempo,
es un viaje reflexivo e interior, ese que, en palabras del
poetaWilliam CarlosWilliams, lleva a “los jardines secretos
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Pliegos de Rebotica
2018
José González Núñez
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
más cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
(Jorge Manrique)
El camino
en León Felipe
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