Revista Farmacéuticos - Nº 135 - Octubre-Diciembre 2018 - page 13

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eón Felipe es mi sobrenombre, porque yo,
en realidad, me llamo Felipe Camino
Galicia de la Rosa; y soy español, castellano
de Tábara (Zamora), para más señas. Hoy
me recuerdan esencialmente, como poeta,
aunque he sido muchas otras cosas: inconformista,
rebelde, creyente, místico, preso y exiliado,
cosmopolita, revolucionario, mendigo, cómico, profesor,
antifranquista, republicano y farmacéutico.
Me gusta vestirme con abrigo, gafas y boina, al estilo de
personaje intelectual y existencialista de principios del
siglo XX; tal y como me muestran los fotógrafos de la
época.
Tengo que reconocerlo; he sido un trotamundos libre,
espontáneo y bohemio, obedeciendo, tan solo, a las
directrices del viento; y así lo digo en mis versos:
“El que decide es el viento”
y en otro poema lo reafirmo:
-Dejadme-
Ya vendrá un viento fuerte
que me lleve a mi sitio”.
No soy filósofo; para mí, la poesía es vehículo de
expresión para sentimientos de dolor, rabia, tristeza o
decepción; por eso, escribo:
El filósofo dice: Pienso…luego existo.
Yo digo: Lloro, grito, aúllo, blasfemo…luego existo.
Creo que la Filosofía arranca del primer juicio. La
Poesía, del primer lamento. No sé cuál fue la palabra
primera que dijo el primer filósofo del mundo. La que
dijo el primer poeta fue: ¡Ay! ¡Ay!
Estudié Farmacia enValladolid y me licencié en Madrid.
Primero me establecí con botica propia en Santander y
luego en Balmaseda (Vizcaya), pero no por mucho
tiempo. Mi afición por el teatro y el mundo de la
farándula me atrajo y me distrajo siempre. Esa etapa de
mi vida marcó inevitablemente la querencia de mi
espíritu bohemio y aventurero; sin embargo, el disgusto
de mi padre y las escaseces monetarias hicieron que
mi viento cambiara su rumbo y me devolviera a
puerto. El destino me llevó a recorrer pueblos, y
conocí de primera mano el ejercicio como
farmacéutico rural con sus pocas luces y sus muchas
sombras.Trabajé como regente en la farmacia de
Villanueva de la Sagra (Toledo) y en Piedralaves (Ávila).
Recuerdo, especialmente, mi paso por Almonacid de
Zorita (Guadalajara), donde ya escribí unas sentidas
letras, dedicadas a una linda niña que miraba triste a
través de una ventana, día tras día, hasta su nefasto
final. Quizás fue allí donde encontré mi camino como
poeta. Las horas de soledad, el tiempo para pensar, el
contacto, en vivo y en directo, con las gentes de los
pueblos, con la naturaleza, con la enfermedad de los
enfermos y la desubicación, hicieron mella en mi alma
y me sirvieron de musa y de inspiración. En esa época
terminé mis “Versos y oraciones para caminantes”.
Ahora, entenderás por qué en aquellos años escribí
tiernos poemas a las piedras, a los caminos, a las
llanuras castellanas, al romero, al determinismo y a la
soledad. Sí, la soledad ha sido una constante en mi vida
y en mi obra:
Ahora de pueblo en pueblo
errando por la vida,
luego de mundo en mundo errando por el cielo
lo mismo que esa estrella fugitiva.
………
ya lo dirá esa estrella misma,
esa estrella romera
que es la mía,
esa estrella que corre por el cielo sin albergue
como yo por la vida. ¡Qué solo estoy, Señor!
¡Qué solo y qué rendido
de andar a la ventura
buscando mi destino!
No me digas que no has oído hablar de mí; algunas de
mis poesías han sido famosas en la discografía española
de finales del siglo XX. Paco Ibañez, cantautor
contestario, puso música a mi escueto poema que
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Pliegos de Rebotica
2018
Manuela Plasencia Cano
Retrato de
Cartel de la exposición del Museo Etnográfico de
Castilla y León dedicada a León Felipe.
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