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Pliegos de Rebotica
2018
que mi caballero viaje empapado en cava;
porque otra alternativa al remojón que me trae
no me viene a la cabeza. Consulto el monitor
suspendido del techo, me recompongo mi
tweed a cuadros, le disparo mis conclusiones.
—Vaya, así que lo han bañado en cava para un
anuncio de la tele.
Cabecea de un lado a otro. Que no; que no era
cava sino manguera, y me muestra el
paraguas cuyos movimientos
incrementan los orines de gato en el
piso del vagón, me tararea unos
compases a modo de pista musical y
alza la vista hacia la marquesina de
letras luminosas: próxima estación
GRACIA. Se toca el ala de su fedora y me
deja claro como un teorema que lo suyo
es Broadway, la coreografía y en
especial su
bailando bajo la lluvia
,
la revista que le lanzara a la
fama.
Muy alterada, desgarro el velo del
pasado y lo imagino entregándome
sus zapatos beige de claqué,
aplastando charcos, plegando el
paraguas y cargándoselo al
hombro como si se tratara
de un fusil para la paz.
Respiro hondo, suelto el aire, intento
asumir el control de la conversación y le pregunto
si no sería él un clon de Luis al que se le hubiera
olvidado su perfecto acento vallisoletano.
—¡¿No serás Luis!? —estallo, al fin, en un doble
salto mortal por encima del tiempo—. No serás
tú el hombre que me calzó en los Jardines de
Gracia y me desnudó en un hotel.
Me mira con una mueca en los ojos, como si
nunca antes me hubiera visto.
My name is not
Luis.
No, él no se llama Luis; aunque recuerda una
ocasión en que prestó unos zapatos a una
señorita, muy mucho guapa.
My name is
Gene,
but
nombre de señorita yo olvida.
—
My name is
Kelly, Gene Kelly —con aroma a
lluvia aún en la boca—. Tú nunca olvida.
—Y yo, Olvido. —y con un
dedo apuntando mi pecho,
le repito casi sílaba a
sílaba—: Olvido Larios.
Así pues, supongo que te ha
quedado claro que no es
Luis; que se llama Kelly. El
mismo Gene Kelly que
compartiera cartel con Debbie Reynolds.Y ya
cálmate, que cualquiera que te vea hablar con el
aire creerá que eres idiota, Olvido. Estación
GRACIA; por megafonía, en los monitores, bajo
la marquesina de letras luminosas, en los andenes
de la línea 9. No veo a Gene Kelly. Estación
BROADWAY, creo entender. El virtuoso del violín
se atreve ahora con la rapsodia húngara nº 2,
Franz Liszt. Tampoco veo a mi Luis. Estación
JARDINES, escucho entre los ecos dispersos en
mi cabeza. Arrollando cuanto les sale al paso,
otras cuatro sudaderas toman por asalto el
vagón y se reúnen con la del calzón de
camuflaje y taladro de metal en la lengua.
Veo a un niño de cinco años que machaca
su
PLAY
con pericia de superhéroe. Ruido a
ventosas de las puertas al cerrarse. El alma
se me va deshilvanando del cuerpo. No los
ubico. El asiento que debieran ocupar ellos lo
medio llena ahora el chaval de la
PLAY
.
Pero yo mantuve una larga charla con él.
Por lo menos con alguno de los dos
habré hablado, estoy segura. O tal vez
ya no esté tan segura de lo que digo.
Estoy confusa. Sólo oigo un charco
de luz en el laberinto de mi
memoria y una persiana que
desciende lenta frente a mis ojos.Y de
repente, un suspiro antes de que
descendiera del todo, lo veo. A los
pies del superhéroe de la
PLAY
, destaca
un insignificante cerco de orines.Y
entre él y la barra de sujeción, un paraguas
apoyado del bies, húmedo aún.
Cruzo la calle, sonriéndole al suelo. Despliego el
paraguas, lo cierro. Lo abro de nuevo a despecho
de la presencia pura y grande del sol. Regreso a la
Casa sin perderme, suspendida en el tiempo.
Ahora, los escalones de entrada al HOGAR
RESIDENCIA, seis, siete, respiro en orden, muy
tranquila, casi ciega de felicidad.Y la pesada puerta
defendida por sor Felicidad, que se abre antes de
que yo la alcance.
—Ave María, señorita Olvido —el crucifijo
levitando sobre el pecho de la bruja, un ojo en la
contemplación del Santísimo y otro en el monitor
de vigilancia—. ¿Acudió por fin su príncipe a la
cita?
—Sin pecado concebida, sor Felicidad —
acompaño la puerta, cruzo el vestíbulo,
me planto en su garita y, a un palmo de
sus narices, abro el paraguas y cierro mi
boca.
n
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