Revista Farmacéuticos - Nº 127 - Octubre/Diciembre 2016 - page 45

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José Félix Olalla
Pliegos de Rebotica
´2016
LIBROS
Terapia de riesgo
Amalia Lafuente
Plaza y Janés
Barcelona 2013
428 páginas
L
a pregunta se ha formulado
muchas veces: ¿es conveniente la
dedicación profesional y exclusiva
a la literatura? Si es verdad que
cualquier trabajo requiere un tiempo
de dedicación y que las interrupciones
pueden distraer del aprendizaje
necesario, la libertad del no
profesional parece preferible aunque solo sea
porque sin presiones puede adaptar su tiempo a
la necesidad genuina de comunicarse.
Con motivo de un homenaje que se le tributó
en París, el novelista William Faulkner manifestó
que él se sentía principalmente un granjero y
que había practicado muchos oficios que
podrían haberle llevado en su madurez a ser un
hombre de negocios o un pintor de fachadas.
Amalia Lafuente tampoco escribe para vivir. Es
catedrática de Farmacología en la Universidad
de Barcelona y se dedica a la investigación y a la
docencia. Dirige tesis doctorales y publica
artículos científicos y de divulgación pero esta
Terapia de riesgo
es ya su segunda novela. Como
en la primera, Amalia escribe y piensa sumergida
en un mundo que conoce por su actividad
profesional: la medicina, la investigación, la
asistencia sanitaria, el entorno laboral de
becarios, técnicos y doctores. Aquellos que
trabajan con la percepción de que no podrán
competir en primera línea, conscientes de que
las posibilidades de hacer un descubrimiento
relevante son mínimas y que siguen adelante
por el impulso de la vocación y por el puro
placer de investigar.
La novelista sigue el viejo consejo de Goethe de
escribir apoyándose con un pie en la realidad
pero dejando libre el otro pie para poder
fabular según su propio juicio. El foco de la
novela se pone en un nuevo hospital y en la
fundación que lo alienta, dirigida por una mujer
peculiar, madame Olga Sokolov que es uno de
los aciertos del libro. Asistimos en cierta
manera a un discurso sobre
la medicina plástica y la
estética, sobre la
investigación con telómeros,
los extremos notables de los
cromosomas,
temporizadores de la célula.
La clave será pues el temido
envejecimiento y por lo
tanto subyacerá en el relato,
una cierta observación del
culto a la imagen y al
cuerpo.
Terapia de riesgo
es ante todo un libro de
suspense. Su unidad se basa en el incierto camino
que emprende la protagonista para desentrañar
una investigación oculta, ajena a los códigos
éticos. Diana Cladellas es un personaje bien
definido que llega a dudar de su entorno y pone
en peligro su vida. Se la tratará de alejar y en un
momento determinado se le hará preguntarse
por qué la medicina no progresa realmente a
pesar de la explosión de conocimientos sobre
mecanismos biológicos que finalmente no se
traducen en tratamientos, quizá por una
naturaleza timorata de las normas en biociencias.
Pero las palabras no pueden maquillar la
realidad y a lo largo de esta ficción
comprenderemos los pasos de la protagonista
apoyada en un compañero de trabajo y
avanzaremos entre dosis de intriga y de
ambición en la vida social, hacia un desenlace
ejecutado con brillantez.
La narradora utiliza la tercera persona. Se sitúa
un poco por encima de los personajes para
contarnos su propósito. Llega al fondo de la
línea narrativa solo en algunos de ellos pero lo
hace siempre en un tono que evita ser intrusivo,
que quiere respetar su autonomía. Digamos que
le interesa sobre todo la huella que dejan las
acciones.
Si he entendido bien las pretensiones de la
narradora,
Terapia de riesgo
no es un libro de
denuncia pero en su discurso pretende ir más
allá del entretenimiento del lector y a la vez que
ilustra, quiere obligarle a pensar. La vida y la
muerte, cómo no, forman el telón de fondo.
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