Revista Farmacéuticos - Nº 119 - Octubre-Diciembre 2014 - page 49

al que se acusa a la
vez de trotskista y
de espía del bando
enemigo. La única
salida es marcharse
y Orwell lo hace sin
apenas fuerza
porque ha sido
herido de gravedad en el cuello durante una de sus
últimas escaramuzas en las trincheras oscenses.
Pocos meses después, Orwell se resiste a
abandonar el problema español y lo observa desde
una óptica tan personal que casi nadie comparte
sus afirmaciones y vaticinios. Finalmente en 1938,
todavía en pleno conflicto bélico, publica su libro
Homenaje a Cataluña
, valiente testimonio de unos
meses cruciales, sincera crítica de unos
comportamientos partidistas de contrastada
esterilidad y desgarrada descripción de la pobreza
y la oscuridad que invadía paulatinamente las calles
de la gran metrópoli mediterránea. Barcelona se
iba apagando lentamente y Orwell no quiso
permanecer impasible.
No obstante, el fiasco editorial es absoluto. La
primera edición de solo 1.500 ejemplares no se
había agotado cuando muere Orwell en 1950. Una
vez más el éxito llega cuando el autor no puede
disfrutarlo. Las numerosas traducciones y las
ventas son ya millonarias en 1975.
Orwell no brinda un homenaje en sentido estricto
a esta zona del país. Se centra sobre todo en la
descripción de toda clase de personajes anónimos,
en los soldados forzosos que se cruzan miradas y
desconfianzas en las calles barcelonesas, en la
extraña forma de pensar y de luchar que tienen
los españoles.
Desafío a cualquiera a verse sumergido, como me
ocurrió a mí, entre la clase obrera española –quizá
debería decir la clase obrera catalana, pues aparte de
unos pocos aragoneses y andaluces sólo tuve contacto
con catalanes– y a no sentirse conmovido por su
decencia esencial y, sobre todo, por su franqueza y
generosidad. La generosidad de un español, en el
sentido corriente de la palabra, a veces resulta casi
embarazosa.
Los extranjeros que servían en la milicia empleaban su
primera semana en aprender a amar a los españoles
y en exasperarse ante algunas de sus características.
En el frente, mi propia exasperación alcanzó algunas
veces el nivel de la furia. Los españoles son buenos
para muchas cosas, pero no para hacer la guerra.
Aunque en el 38 da
por descontada la
victoria final de los
defensores de la
democracia y la
legalidad llega a
afirmar de forma casi
premonitoria:
Los comentarios periodísticos acerca de «una guerra
librada en defensa de la democracia» eran mero engaño.
Ninguna persona sensata podía suponer que hubiera
alguna esperanza de democracia, ni siquiera como la
entendemos en Inglaterra o en Francia, en un país tan
dividido y exhausto como lo sería España al concluir la
guerra. Se acabaría imponiendo una dictadura y,
evidentemente, la posibilidad de una dictadura proletaria
había pasado. Ello significaba que el país sería sometido a
alguna clase de fascismo. De un fascismo que, sin duda,
tendría algún nombre más agradable y –por tratarse de
España– sería más humano y menos eficiente que las
variedades alemana o italiana. Las únicas alternativas
parecían ser: o una dictadura franquista infinitamente
peor o que la guerra terminara (siempre era una
posibilidad) con una división de España, ya sea por
verdaderas fronteras o por zonas económicas.
Desde cualquier punto de vista, las perspectivas eran
deprimentes.
Si hubiera habido quinielas, Orwell habría acertado
los catorce. No olvidemos que escribió estas líneas
en 1938.
Y para terminar una muestra de su sarcasmo ingles
sobre el papel del espía soviético que deambulaba
por los salones de Barcelona:
El obeso agente ruso se dedicaba a llevar aparte a
cada uno de los refugiados extranjeros (…) Yo le
contemplaba con cierto interés porque era la primera
vez que veía a una persona cuya profesión consistiera
en mentir… aparte, claro está, de los periodistas.
Como se ve, haciendo amigos.
La muerte visita al matrimonio de forma
prematura: Eileen fallece trágicamente en 1945,
solo siete años después de su aventura española.
Orwell vuelve a casarse en 1949 pero también
muere unos meses después, sin alcanzar siquiera
los cuarenta y siete años de edad, pero
manteniendo por encima de todo su espíritu
revolucionario y su exacerbado y furibundo
rechazo del comunismo y el fascismo por su
carácter igualmente totalitario.
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Pliegos de Rebotica
´2014
SOLES DE MEDIANOCHE
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