Revista Farmacéuticos - Nº 118 - Julio/Septiembre 2014 - page 36

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Pliegos de Rebotica
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l concepto de España en María Zambrano es
difícil exponerlo en pocas líneas porque la in-
tensidad de la percepción española de la filó-
sofa malagueña se trasluce en toda su obra.
María Zambrano ama España. Un amor que no
puede desmarcarse de su exilio. Un exilio que le hace
acercarse más a su patria: “cuando ya se sabe sin ella,
sin padecer alguno, cundo ya no se recibe nada, nada de
la patria, entonces se le aparece”. Nadie ama más algo
sino en la ausencia. Y los exiliados españoles amaban
profundamente España, mucho más sin duda que mu-
chos compañeros ideológicos de nuestra época. El exi-
lo para María Zambrano supone además una reflexión
sobre su identidad personal, pero sobre todo sobre la
identidad y el alma de lo español. Como escribe Juan
Luis Abellán en su trascendental libro sobre los filóso-
fos españoles exiliados: María Zambrano transforma el
exilio “desde categoría cultural a categoría metafísica”.
“¿Qué siente al regresar?”; “¿Regresar? pero si yo
nunca me he ido”, contesta a una periodista a su vuel-
ta a España en 1984 tras el exilio. Ella se siente profun-
damente española aunque “ser español sea tan doloro-
so, una herida abierta que algunos no podían soportar”.
Porque ella se consideraba española a pesar de su pa-
tria,“más allá de todo exilio”.A María Zambrano le due-
le España, la que le exilió, la que dejó deshecha y des-
truida por la sinrazón y la intolerancia de la guerra y el
fascismo. Pero su labor intelectual le lleva a reflexionar
sobre esa patria huida: “La razón de tanta sinrazón y el
sentido de tan inmenso caos, la razón del delirio, de la
locura y hasta de la variedad, claman por ser encontra-
dos” escribe.
Pero nunca hay rencor en ella.Y se entrega a enten-
der nuestra cultura, a forjar una idea de España desde
la perspectiva que le dan nuestros mitos más universa-
les como Don Quijote, El Cid y Don Juan; pensadores
como Unamuno, Prados y Ortega; poetas como San Juan
de la Cruz o Jorge Manrique y pintores como Ramón
Gaya o Picasso. A Unamuno y Séneca los consideraba
los paradigmas del sentir y saber español. Su método
de conocimiento de la razón poética también lo desti-
nará a pensar sobre el sentido de lo español de mane-
ra apasionada: “Se nos ha echado en cara nuestra po-
bretería filosófica, y así es, si por filosofía se entiende
los grandes sistemas. Mas de nuestra pobretería saldrá
nuestra riqueza”; e incluso afirma que “en el orden po-
lítico hemos sido los creadores del Estado moderno”.
Su razón española enmarca su filosofía en un terri-
torio concreto, en una cultura. Es decir en un estilo co-
mo escenario literario y memoria histórica. Y hace es-
pecial hincapié en lo que significa el realismo español,
“una forma de co-
noc imi en to que
consiste en mirar el
mundo admirándo-
se sin pretender re-
ducirlo a nada”,
convirtiéndolo en
una seña de identi-
dad histórica, una
realidad que es su
quejido más profun-
do: “En España ni el
místico quiere des-
prenderse por en-
tero de la realidad,
de la idolatrada re-
alidad de este mun-
do. La realidad que
es la naturaleza, la
naturaleza que son
las criaturas humanas y también las cosas. Esa consagra-
ción que diríamos de las cosas en la cultura viva, popu-
lar y creadora de España”. Una realidad efímera, inme-
diata, espontánea, no meditada pero con capacidad de
asimilación aunque “la dispersión puede ser la manera
como se entregue al mundo la esencia de lo español”.
Y para Zambrano la falta de memoria es una de las
características españolas de consecuencias más trágicas:
“Todo nuestro pasado se liquida con la actitud trágica
de España”, nos dice. Porque si el conflicto que conlle-
va ser español es, y Zambrano lo ejemplariza en Don
Quijote, “el de la enajenación, libertad, voluntad y
amor...resulta ser este conflicto el más universal”, y de
los misterios de la vida occidental, pocos como el que
presenta la vida española. Misterio de la marca hispáni-
ca que consiste en la capacidad inigualable de lo espa-
ñol de autodestruirse y cosa muy española, “la acepta-
ción previa del fracaso, el pelear con la certidumbre de
la derrota” por lo que el tiempo histórico español, pien-
sa, es extrahistórico.
En estos momentos de desmemoria, no es fácil ol-
vidar el pensamiento zambraniano cuando piensa que
las nuevas generaciones no pueden pretender la exclu-
sividad de los destinos de la patria rechazando el pasa-
do: “un mínimo de continuidad es indispensable –escri-
bía en 1961- para que la historia sea historia humana y
para que la patria propiamente exista”. ¿Ello le llevaba
al inmovilismo? En absoluto, sino al impulso renovador
que sólo es posible con la contemplación de la historia
que nadie elige, que queramos o no viene dada y que
hay que superar pero no destruir entre otras cosas por-
que ello ya es imposible.
El concepto de España en
María Zambrano
Antonio Varo Baena
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