Pliegos de Rebotica - Nº 114 - julio/septiembre 2013 - page 29

influencia en ese siglo. Nació en 1811 y hasta su
muerte en 1891, siempre dio que hablar.
Durante su reclusión, Sor Patrocinio fue respetada
por las reclusas, pero no así por los guardianes y
carceleros que, al parecer, no la tomaban en serio.
El único incidente que tuvo con las recogidas fue
una agresión por parte de una demente. A partir
de ahí las monjas que cuidaban del orden del
Centro, la sacaron del recinto y la llevaron con
ellas.
En este convento de las
Magdalenas
entró
voluntariamente, en 1860, Carlota Pereira víctima
del conocido como
Crimen de la calle de la Justa
.
Carlota contrajo matrimonio con Jerónimo Gener
en 1849; de esa unión nacieron tres hijas, una de
las cuales murió. En 1856 el marido recibió un
anónimo en el que le avisaban de las relaciones
de su mujer con otro hombre. Poco después
Gener sorprendió a Carlota leyendo una carta de
un tal Federico Lavilla. A partir de ahí comenzó a
llamarla
lumia
(mujer perdida). Hubiera o no
adulterio por medio, que nadie creyó en ese
supuesto, lo cierto es que el marido presentó
demanda de separación que después retiró ante
los ruegos de su mujer.
Vinieron a vivir a Madrid, a la calle Jacometrezo.
Las cosas entre ellos iban de mal en peor.
Carlota se ofreció a ingresar en un convento para
"mujeres caídas" y el elegido fue el de las
Magdalenas
. Pensaría la mujer que su reclusión
duraría uno o dos meses como mucho, pero no
sabía de lo que era capaz su marido.
En una de las cartas que Carlota escribió a Gener
queda claro lo que sentía en esos momentos:
“todas mis súplicas a Dios son las de vivir cuanto
antes a tu lado y al de mis hijas, para cuidaros,
sufrir con resignación todos los sufrimientos que
me quieres hacer pasar, que los ofreceré al
Todopoderoso como expiación de mi falta. Te
convencerás por ti mismo si es capaz de
arrepentirse tu desgraciada, Carlota”.
Meses después seguía recluida sin poder ver a sus
hijas y con el miedo de que éstas la olvidaran. El
marido no tenía intención de sacarla de allí y las
leyes le protegían.”.
Un mes más la dejó en el convento. Allí estuvo
durante nueve meses y al salir se fue a vivir con
sus hijas a casa de su prima Carmen Caraza.
Imposición del marido que no lo hizo para que
madre e hijas estuvieran juntas, sino por
conveniencia ya que Carmen Caraza era maestra
y podría dar clases a las niñas. Allí estaban
hacinadas en un piso pequeño, cómodo para una
sola persona, pero no para cuatro más la criada.
Así pasaron meses hasta que Gener autorizó que
se mudaran, madre e hijas, a la calle la Justa nº 3,
en el tramo ya desaparecido con el trazado de la
Gran Vía.
Carlota Pereira, al tiempo de entrar en el
convento, otorgó a favor de Gener un poder
general para disponer libremente de todos los
bienes de ambos. Transcurridos dos años, el
marido no hizo uso de ese poder y Carlota creyó
conveniente revocarlo, un paso arriesgado de
funestas consecuencias.
Gener llegó a decir “mi mujer y yo no cabemos
juntos en el mundo”. En 1860 le confió a un
amigo “voy a proponer a Carlota que vuelva a
Almería para cuando se desarrolle el cólera que
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de Rebotica
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LOS BOTICARIOS
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