FARMACÉUTICOS N.º 381 -
Enero-Febrero
2013
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I
mplacable. Inflexible. Irrepetible. ¡Tic-tac! Inaplazable. Inevi-
table. Tic-tac. No se ve. No se oye. No se puede tocar. No tie-
ne olor ni sabor. Los sentidos no lo pueden apercibir. Flujo
incesante, devenir y acontecer que sólo se puede medir. Corre,
vuela, va, pasa y… ¡cómo!... El tiempo, en la mecánica clási-
ca, se concibe como una magnitud absoluta y, como tal, se le pue-
den asignar distintos valores como resultado de una medición.
Según el Sistema Internacional de Unidades, la unidad básica del
tiempo es el segundo, que se define fijando el valor de la frecuen-
cia de la transición hiperfina (pequeña perturbación en los niveles
de energía) del átomo de cesio. Esto se realiza gracias a los relo-
jes atómicos que mantienen una escala de tiempo continua y esta-
ble. La precisión es tan elevada que admite únicamente un error
por segundo en 30.000 años. Pero para llegar a esta perfección ha
sido necesario recorrer un largo camino.
El arte de medir el tiempo es una de las primeras activida-
des intelectuales del ser humano. La sombra de un objeto se
acorta hacia el mediodía
y se alarga al atardecer.
Colocar una estaca clavada
en el suelo y observar su
sombra a lo largo del año
permitió sentar las bases
de la medida del tiempo.
La ciencia que estudia el
movimiento del sol y las
relaciones geométricas y
matemáticas existentes
entre las diferentes mag-
nitudes astronómicas se
denomina
Gnomónica
. El
término
gnomónica
proce-
de del elemento básico de
los relojes solares, el esti-
lo, varilla, indicador o
gno-
mon
(juez en griego). A los expertos en gnomónica, auténticos
científicos, se les denominaba “buscadores del mediodía”.
Los astrónomos babilónicos introdujeron el sistema sexagesi-
mal, dividiendo el día en 24 horas. En el Antiguo Egipto tam-
bién empleaban el sistema de 24 divisiones, a las que llamaban
“hora”, que variaba según las estaciones. Diseñaron un peque-
ño reloj solar portátil llamado
sechat
, que fue muy popular entre
los sacerdotes. En Mesopotamia, se usaba la sombra de los esca-
lones de los zigurats. La presencia de relojes de sol del periodo
greco-romano es muy amplia, tal y como evidencian los restos
arqueológicos; en piedra, mármol, en ruedas o rosetones; los hay
excavados, formando superficies esféricas, cónicas o en forma de
hemiciclos. En todos ellos se marcaban una serie de líneas que
indican las 12 horas temporarias y los solsticios y equinoccios. El
mayor reloj de sol del mundo antiguo, el
Horologium Augusti
, se
encontraba en Roma, en el Campo de Marte, siendo el indicador
un obelisco traído desde Heliópolis. Entre los relojes de sol por-
tátiles romanos, se encontró en 1755 uno muy peculiar en Hercu-
lano, en forma de jamón, al que llamaron
prosciutto di Portici.
En
la Edad Media, aparecen los relojes de misas, que marcaban las
horas canónicas: maitines, laúdes, vísperas, etc.
De noche se usaban las clepsidras o relojes de agua. Pero qui-
zás sean los relojes de arena los que mejor han simbolizado el
fluir del tiempo. Especialmente durante el Renacimiento y el
Barroco, el padre Tiempo se ha representado iconográficamen-
te revestido con la guadaña, alas y el reloj de arena. Íntimamen-
te relacionado con la diosa Fortuna, hay que distinguir entre la
idea del tiempo como una secuencia abstracta,
Chronos
, y la
idea del tiempo como una sucesión de momentos oportunos o
propicios,
Kairos.
El Tiempo hace girar la rueda de la Fortuna y
la rueda de la vida, jugando una partida eterna. Lleva de la mano
a la Ocasión y al Destino. Su aliento es ardiente en la juventud,
templado en la madurez y crudo en la vejez.
Relojes de flores, de fuego o vela; ¡tic-tac!; de péndulo o de
cuarzo; mecánicos, electrónicos, atómicos; ¡tic-tac!; de torre, de
mesa o salón; de bolsillo o pulsera. Consultar el tiempo en cada
instante es lo importante, aunque cada uno tenga una concepción
distinta del mismo. El astrónomo británico Eddington acuñó la
expresión “flecha del tiempo” para expresar la irreversibilidad del
mismo. Desde el pasado hacia el futuro, pasando por el presente.
Es una propiedad de la entropía. Por el contrario, Stephen Haw-
king postula que éste podría
ser reversible y que no exis-
te en los agujeros negros.
Einstein señala que es un
concepto difícil de aprehen-
der y que todos los idiomas
recurren a metáforas para
expresarlo. Existe un pue-
blo andino, losAymara, que
posee una visión especial
del mismo: el futuro espe-
ra detrás y el pasado se ve
delante (según un estudio
de 2006 de la Universidad
de California).
El ritmo de nuestra vida
está marcado por un reloj
interno. La Cronobiología
estudia los ritmos biológicos, así como su aplicación en medici-
na y nutrición. Poseemos un reloj central situado en el hipotála-
mo que se sincroniza por factores externos (ritmos circadianos de
luz y oscuridad) y genes relojes en tejidos y órganos que regulan
la producción de hormonas y sustancias metabólicas. La aplica-
ción de principios cronofarmacológicos que respeten los ritmos
endógenos y las variaciones cinéticas y farmacodinámicas a lo
largo de las 24 horas del día es de vital importancia en el horario
de administración de los fármacos, así como para evaluar la efica-
cia y los efectos secundarios de los mismos. Asimismo, del estu-
dio de los niveles plasmáticos de los nutrientes y su disposición
en función del horario se encarga la Crononutrición. Las crono-
dietas serán una realidad en un futuro no muy lejano.
Sueña el hombre con ganar tiempo al tiempo. Aprovechar-
lo, atesorarlo, dominarlo. Viajar en él: ¿Fantasía? ¿Literatura?
¿Ciencia? Seguro que lo consigue.
Mientras tanto, en este espacio-tiempo en que vivimo
s,
sue-
na la banda sonora de Casablanca “
As time goes by”
. Caballero
Bonald dice que
“somos el tiempo que nos queda”
; Machado,
que
“hoy es siempre todavía”
. Yo me quedo con una inscrip-
ción en un reloj de sol que reza “
de éstas, hay una para ti”
.
María del Mar Sánchez Cobos
Farmacéutica
Buscadores del mediodía
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